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Ha vuelto el lio. La AMB (Área Metropolitana de Barcelona), entidad que aglutina a la capital catalana y los grandes ayuntamiento colindantes, aprobó un reglamento instaurando la “licencia urbana” para los llamados VTC, vehículos de arrendamiento con conductor, para frenar su proliferación. Ya no bastaría solo con la licencia autonómica, sino que además habría el filtro de una licencia municipal. Hablamos en el fondo de una medida de intervención de más administraciones para limitar la libre competencia. El ministerio de Fomento recurrió este nueva norma y aqui se reeditó el conflicto.
Estamos ante un fenómeno que ya estalló en el tema audiovisual, cuando el mundo digital irrumpió comiéndose el tradicional negocio del disco con las llamadas descargas gratuitas. Las protestas de esta industria, llevaron a la intervención del poder público algo a la desesperada, se empezó a legislar todo un conjunto de despropósitos para ir contra los avances tecnológicos con formulas de tiempos pretéritos preinternet.
Ahora, es la industria del taxi, que opera bajo licencia, a la que le han salido multitud de competidores, entre otros las VTC, y estanos en lo mismo. Si bien cada uno tiene su propio nicho y condiciones de actuación la batalla entre los dos está en pleno apogeo ahora mismo en Barcelona.
Desde hace mucho se sabe que la competencia es sana y que al cliente es bueno no tenerlo cautivo sino ganárselo, día a día, mejorando el servicio. El nuevo modelo se basa en calidad precio y no siempre ganan los mismos, amén, y ahí está la gran diferencia, que a unos los paras, es inmediato, y a otros les tienes que llamar por teléfono y esto lleva más tiempo. Son negocios distintos si cumplen con lo previsto.
No entiendo nada. ¿No será hora de plantearse que las concesiones y licencias lo complican todo y un mercado libre, con una legislación adecuada, es el mejor ecosistema para el buen negocio? ¿Alguien me lo explica?