Primero fue el líder de los socialistas catalanes, Pere Navarro, el que sufrió violencia, ahora han sido el ministro Montoro y la presidenta del PP de Catalunya Alicia Sánchez Camacho. En un lapsus pequeño de tiempo dos actos extemporáneos que lógicamente, el primero más que el segundo, han merecido una condena unánime y poco más. Un grano no hace granero y probablemente dos tampoco, pero cuidadito que ha habido muchos más. Curiosamente algunas sedes de determinados partidos también han salido malparadas. ¿Son hechos aislados? Es probable que sean multitud de hechos aislados que, fruto de la casualidad, solo afectan a los partidos que hoy por hoy se enfrentan a la independencia. De mi etapa de educador recojo el siguiente aprendizaje: cuando en el mobiliario nuevo de un colegio aparece el primer manchón provocado hay que correr a borrarlo y llamar la atención de la gravedad del suceso. Si no se actúa así, el segundo, tercero y demás manchones son casi instantáneos. O la justicia actúa de inmediato o los manchones se extienden y ya no se llegará a tiempo. La violencia es una línea de lo más roja que si nos separa en buenos y malos.
No entiendo nada. ¿Hay alguien en su sano juicio que piense que la violencia ayuda para algo? Los no afectados de momento por ella, ¿no se dan cuenta que tarde o temprano el que no acata dócilmente determinados postulados también será atacado? Democracia supone estado de derecho y esto implica que todos deben cumplir la ley y el que no la cumple debe sufrir sus democráticas consecuencias, ¿no ven que la excepción conduce siempre a la ley de la selva? Alguien me lo explica.