El hecho es que Rafa Nadal, manacorense y tenista, ha ganado por octava vez un torneo francés. Algo así como Roland Garros. Parecido a lo que hacía un tal Indurain con un campeonato de bicicleta que los gabachos organizan anualmente. El deporte español, dicen muchos compatriotas míos, es el adalid de la Marca España. Supongo que el Barça, que gana casi todo, y el Madrid, que antes lo ganaba, a pesar de ser ambos un colectivo de jugadores internacionales, también tiran para arriba de esta nuestra Patria. ¿Hay que celebrarlo? La verdad, preferiría celebrar menos parados, más y mejores sueldos, menos pymes destruidas y tantas y tantas cosas de mi entorno, español sin duda, inmediato. Pero si poner él, Nadal, una pica en París, debe alegrarme, me alegro.
De Nadal me interesa pensar que todo un campeón, número uno en lo suyo, sufrió un problema grave de rodilla que le obligó a una larga ausencia. Cuando gracias a los médicos y el reposo pudo empezar la recuperación gracias a su coraje y esfuerzo, volvió para alcanzar en poco tiempo su octava copa parisina. Este es el ejemplo que le interesa a mi España. De una economía pujante en la época de Aznar, pasamos a una lesión de aúpa, tiempos de Zapatero. Hemos hecho una dura recuperación, primera parte de la legislatura de Rajoy, para con esfuerzo colectivo y sobre todo personal, salir adelante. Nadal nos muestra que se puede, ojalá el gobierno no se entrometa y nos deje.