El hecho es que un grupo mediático pequeño y privado ha conseguido hacerse un hueco en el difícil panorama de la comunicación en España. Primero fue una radio económica, después una televisión con vocación generalista y al final un diario de información general. Más de trescientos profesionales, un pelín jóvenes e inexpertos, aprendiendo mientras competían en un duro mercado. La televisión fue pionera en alguno de los programas más prestigiosos hoy en España, como tertulia política ‘El Gato al Agua’ lideraba su franja y, en lo deportivo, ‘Punto Pelota’ era y es la indesbancable referencia. En el ADN del grupo hay un ideario, público por cierto, y una necesidad para ser, respirar y crecer: la independencia.
Es bien sabido que la independencia política se paga -y se paga muy cara-, la publicidad institucional nunca llega, pero probablemente es difícil creer que la independencia religiosa se paga aún más. Si el no obedecer a un gobierno te veta suculentos contratos, el no obedecer a un obispo te pone en el punto de mira de unos ataques que, por eclesiásticos, son mucho peores; corruptio optimi pessima, que para mi terrenal cultura quiere decir que la corrupción de una monja la transforma en barragana.
13 televisión, cadena católica pagada por todos los que al menos hasta ahora ponemos la famosa cruz en la conocida casilla de la renta, lleva un tiempo que no solo gasta dinero en funciones que no son propias -qué puñetas hace la Iglesia tirando dinero nuestro en una tele-, sino que por no acatar su obediencia hace lo indecible para hundir a Intereconomia. Copia programa a programa y tienta a profesionales de la cadena con nuestro dinero obligándoles, como condición contractual, a no pisar para nada Intereconomia. Seamos serios: ¿Para esto está la Iglesia?
Viene a mi cabeza, ojalá les venga a la suya, una escena del todo evangélica, Jesús expulsa a los mercaderes del templo de Jerusalén al grito de: Escrito está: “mi casa sera llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones” (Mateo, 21,17) y yo añado otra: «Quien tenga oídos para oír, que oiga» (Marcos 4, 23)