El último CIS viene sin sorpresa. Nos sigue preocupando lo mismo, aunque nos preocupa todavía más y seguimos viendo el futuro peor. Empleo, a pesar de los relativamente buenos datos últimos. Corrupción, a pesar de los grandes esfuerzos del gobierno en promesas legislativas. La cuestión económica, a pesar de la caída de la prima de riesgo. Y, en cuarto lugar la clase política que, lisa y llanamente, no aprende. Lo que nos quitaba el sueño, a pesar de los mensajes del Debate del Estado de la Nación y de que la banca empieza a ofertar, al menos en anuncios, hipotecas, sigue sin dejarnos dormir tranquilos.
El futuro,y esto se entiende menos, va de malo a peor. ¿No llegan a los ciudadanos los mensajes optimistas de agencias de calificación, analistas internacionales, autoridades económicas supranacionales y voceros de nuestro gobierno?
No entiendo nada. Parece evidente que en lo económico vamos a mejor, ¿por qué somos cada vez más pesimistas? Si el paro se ha dado la vuelta, ha dejado de crecer y ya mengua, ¿cómo no hay apenas optimismo en encontrar empleo? No será que nuestra confianza en los demás está perdida y, a golpes, hemos asumido que si no lo veo en mis carnes no me creo nada? ¿Alguien me lo explica?