¡Socorro!

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 Alicia Sanchez Camacho acaba de proponer un nuevo modelo de financiación para Catalunya. Lo poco que hasta ahora sabemos de tan novedosa propuesta es que quiere más euros, limitar la solidaridad con el resto de autonomías y que la financiación catalana sea de hecho un traje a medida.

La respuesta, al menos en apariencia, del propio PP ha sido demoledora: La Secretaria General ha dicho que nones y diversos barones, como en fila india, la están poniendo a caer de un burro. Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, casi se ha plantado. El mismo que no hace mucho habló con Mas de un frente común para mejorar la financiación, ha amenazado con romper la baraja.

En privado te dicen que un guante financiero para Catalunya no solo no resolvería el órdago de Mas, sino que les dejaría a ellos al pie de los caballos. Camacho de hecho propone algo específico porque pide socorro, ¿Cómo va a sobrevivir en Catalunya si no es batallando frente a sus correligionarios nacionales por más euros? Una cosa es no ser independentista y otra muy distinta es no querer más financiación para salir de la bancarrota. ¿Cómo no va a pedir más para los suyos si es catalana igual? ¿No hacen todos los demás lo mismo para su Comunidad?

Hace poco Esperanza Aguirre, muy separatista no parece, decía en Barcelona que el café para todos no complace a los catalanes, no contenta a nadie y no es buena solución. Todos los padres saben que hay que tratar distinto a los hijos distintos, pero saben también que no pueden negarle a uno le que han concedido a los demás. ¿Cómo resolver el dilema? Sé que no es fácil y sé también que Alicia Sánchez Camacho pone el dedo en la llaga en algunas interesantes cuestiones: no puede ser que el sistema de financiación castigue al que más genera y prime al que no se espabila; no puede ser que el que gasta no se lleve el coscorrón de tener que pedirlo a sus ciudadanos y viva de otros.

Probablemente el ejemplo del café no es mal ejemplo. Vas con cuatro personas al bar y en total se piden seis cafés distintos y nadie se molesta, es legítimo tener gustos distintos. Cuestión distinta es si uno se demarca y pide un café irlandés que le pagan entre todos. Si se lo paga él… pues nos callamos. Pienso que la única solución es proponer varios niveles de financiación, a los que cada comunidad se pueda apuntar libremente si cumple ciertos requisitos, que primen -sin perder en solidaridad- al que más produce para que pueda seguir produciendo más. Probablemente la solución pasa por aclarar muy bien que impuestos gestiona cada uno y que se lo gaste como desee. El Estado con su cuota que se dedique a asegurar que todo español goza de los mismo servicios básicos…

No es fácil, ya lo sé. Lo que no se puede es ventilar el tema hablando de igualdad sin más, cuando la propia Constitución consagra la desigualdad del País Vasco y Navarra, ¿le suena a Cospedal? Lo que tampoco se puede es, por unos cuantos o unos muchos independentistas, castigar financieramente a todos los habitantes de una comunidad por muy díscolos que sus dirigentes sean. Urge buscar soluciones, no solo es Catalunya la que se queja, Madrid está que trina y con ella Baleares, Valencia… ¿Qué hacemos?

Catalunya y Europa, tema zanjado: no

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El hecho es que el 12 de febrero de 2004 la eurodiputada socialista galesa Eluned Morgan preguntó por escrito a la Comisión Europea.

-¿Puede la Comisión confirmar si una nueva región independiente debería abandonar la UEy presentar a continuación su candidatura con vistas a la reintegración?

-Una candidatura de este tipo, ¿implicaría una renegociación de los tratados en una CIG y el acuerdo unánime de los 25 Estados miembros?

La respuesta de la Unión Europea vino firmada por Romano Prodi presidente, en aquel entonces, de la Comisión Europea:

«La Comunidad Europea y la Unión Europea se constituyeron mediante los tratados pertinentes entre los Estados miembros. Estos tratados se aplican a los Estados miembros (artículo 299 del Tratado CE). Cuando una parte del territorio de un Estado miembro deja de formar parte de ese Estado, por ejemplo porque se convierte en un Estado independiente, los tratados dejarán de aplicarse a este Estado. En otras palabras, una nueva región independiente, por el hecho de su independencia, se convertirá en un tercer Estado en relación a la Unión y, desde el día de su independencia, los tratados ya no serán de aplicación en su territorio.

Según el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea, cualquier Estado europeo que respete los principios establecidos en el apartado 1 del artículo 6 del Tratado de la Unión Europea podrá solicitar el ingreso como miembro de la Unión. Una solicitud de este tipo requiere, si es aceptada por el Consejo por unanimidad, la negociación de un acuerdo entre el Estado solicitante y los Estados miembros sobre las condiciones de admisión y las adaptaciones que esta admisión supone de los tratados. El acuerdo está sujeto a la ratificación por parte de todos los Estados miembros y del Estado solicitante».

Se puede decir más alto pero no más claro, la respuesta es NO y lo saben. ¿Por qué mienten?

Dar la cara

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He seguido el ‘Debate de Política General’ en el Parlament de Catalunya que ha quedado reducido casi en su totalidad a un ‘Debate sobre el Derecho a Decidir’. Parece que en Catalunya todo funciona viento en popa y esto les permite dedicar todo el tiempo y todo el esfuerzo a las cuestiones soberanistas. Basta recordar que en casi un año de legislatura Catalunya solo ha aprobado una Ley y ha tenido que prorrogar sus presupuestos. En fin, ellos sabrán a que juegan, a mi la sensación que me dió, y no sabéis cuanto lo siento, es de niños con zapatos nuevos.

Cada día me encuentro a más gente sensata de allí y de aquí altamente preocupada por la deriva que la política catalana va tomando. Ven crecer el problema y no atisban a ver voces destacadas que se bajen, sin avergonzarse, de este tren que va con velocidad creciente hacia el precipicio. Parece que las únicas opiniones contrarias vienen de fuera y eso más que alertar del peligro facilita la reacción del enrocarse.

En Catalunya hay un sentido de comunidad, para algunos se concreta en ser nación, para otros en ser estado, y para muchos comunidad autónoma con lengua propia sin más; lo que está claro es que sobrepasa el interés individual. Este movimiento, que viene de lejos, está creciendo y está en la calle, basta ver las manifestaciones de los últimos once de septiembre o moverse por la realidad catalana, y los políticos nacionalistas más bien quieren aprovecharse de él para no quedarse al margen. Lo animan y lo protegen con el fin de no perder su liderazgo. Hoy por hoy este movimiento se concreta en el llamado ‘derecho a decidir’ que en síntesis es la manera más políticamente correcta de hablar del derecho a la autodeterminación. Hay que saber que existe, que crece día a día y que necesita una prudente y sabia respuesta.

Si bien es evidente que parte del problema es económico, con solo euros no basta para solucionar la cuestión. Es economía, sin duda, pero también es sentimiento y este solo se llena cuando te quieren como eres y te tratan como tal. Sin una aceptación entusiasta de la peculiaridad catalana la deriva no tiene solución. Los matices son claves y desde fuera, ya lo siento, no se conocen bien. La solución debe partir de los propios catalanes, de aquellos que siendo igual que los otros quieren otro futuro distinto. La imposición externa por mucha ley que la sustente no servirá. Hay muchos catalanes que no hacen del soberanismo necesidad y esos son los que deben dar la cara. ¿A qué esperan?

Impuestos vendo

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Es conocido que algunas comunidades autónomas se quejan del actual modelo de financiación, pactado en su momento por Rodríguez Zapatero, en el sentido de que no responde a la realidad actual en número de habitantes y, sobre todo, que castiga a las CCAA que más recaudan. Tarea urgente del gobierno central es dar respuesta a esta petición que parece de los más objetiva: Catalunya y Madrid, amen de Valencia y otras, están en esta tesitura.
Curiosamente hoy dos de ellas son noticia por su intención de mover ficha en cuanto a su realidad impositiva. Catalunya, más tiesa que la mojama y con vistas a cumplir el objetivo de déficit, se plantea para ya, resucitar el impuesto de sucesiones y sacarse de la manga, ancha por cierto, impuestos verdes. Madrid en cambio, con una cuentas casi saneadas, prevé bajar impuestos empezando por el tramo autonómico del IRPF. Dos gobiernos uno llorón y el otro más discreto, dos partidos, dos estilos y dos realidades fiscales.
Por cierto, y ahí es nada, Montoro, al conocer la información del gobierno de Madrid, ha declarado a un corro de periodistas en el Congreso: «serà que les sobra dinero». Pobre, no habrá estudiado un sinfín de textos del famoso profesor Cristobal (Montoro) donde, con meridiana claridad comprensible hasta para un ministro, se explicaba que bajar impuestos supone incrementar la recaudación. Madrid si se lo ha estudiado y bajará impuestos para recaudar más euros.