El hecho es que hoy sigue el desfile de los ex. Si ayer era Guerra, un exvicepresidente, el bocasuelta, hoy vuelve a ser un number one: Felipe González ha hablado en París. Ninguna mención a su partido ni a su líder (no tienen), simplemente, y como el que no quiere la cosa, ha dejado caer que el mismo día que Aznar vapuleaba al Gobierno y a su Presidente en Antena 3, él estuvo largo rato de cháchara con Mariano en la Moncloa. No creo que la entrevista respondiera a un gratificante consuelo mutuo por si Aznar ampliaba su campo de tiro a ambos ex, más bien creo que perseguía objetivos más de largo alcance.
Felipe, como el buen vino español, mejora con el tiempo, tiene saber y callo y eso se nota. Está de vuelta y, dado que sigue contando con la devoción de todo socialista que se precie, tiene capacidad para desde este siniestro (izquierda) espectro ideológico poder arropar en aquello que hoy por hoy es impepinable para el futuro de España. Imagínense que Felipe propone una imaginativa solución para desencallar el sudoku del déficit a la carta. Piensen en que lanza una novedosa idea de cómo resolver lo imposible de no retocar las pensiones. Sueñen con que da con una solución para volver al redil a separatistas catalanes y vascos o, simple y llanamente, propone una solución para castigar a Urdangarín dejando la Casa Real al margen. ¿Verdad que cualquier idea propuesta por él, previo acuerdo con Rajoy, sería útil y parecería hasta progre?