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Si entendemos por legitimidad aquello que es conforme a las leyes y que, por ende, es lícito, diré que si bien de la legalidad del mandato de Pedro Sánchez, no me cabe ninguna duda, sí las tendré y grandes sobre su licitud. Sí, en cambio, entendemos legitimidad como la capacidad para realizar una función pública que implique ejercer el poder, mandar y ser obedecidos, la duda se me incrementa. Quizás, más que hablar de ilegitimidad, sería más correcto discutir sobre su licitud, en el sentido que dice la RAE de “aquello que es “Justo, permitido, según justicia y razón”.
Pedro Sánchez mandó a Rajoy a la caseta por “corrupto”, valiéndose de una la sentencia en el caso Gürtel, que cuestiona la credibilidad de su testimonio y acredita la existencia de una contabilidad paralela en su partido durante décadas, condenando al PP a “titulo lucrativo”. Si bien mi imagen del PP es casi ‘de banda’, la condena judicial es la que es, y basándose en ella no entiendo que, el partido de los ERE y condenado por financiación ilegal, Filesa Malesa y Time Export, se erija hipócritamente en el paradigma de la limpieza. ¿Licitud de inicio? Más que dudosa. El compromiso de Sánchez de convocar elecciones ya, fue una mentira. Licitud de objetivo por tanto: falsa. Si añadimos que ahora mismo a los dos ministros dimitidos por presunta corrupción, se añade, no solo su propia duda curricular, sino las numerosas irregularidades de las que han sido acusados, de momento, cinco más de sus ministros: Delgado, Duque, Celaá, Calviño y ahora Borrell, ¿dónde está la regeneración prometida que le hizo, por higiene social, mandar a Rojoy, al PP, a paseo? Que nadie se engañe, Rajoy y el PP, serían lo que fueran, pero Pedro Sánchez y su gobierno rozan la ignominia.
No entiendo nada. No sé si Sánchez y su gobierno son trigo limpio pero, ¿los que no merecíamos a Rajoy, les merecemos a ellos? ¿Alguien me lo explica?