Ha empezado un nuevo curso escolar y hemos vuelto a comprobar que el famoso dicho hispano de que los niños llegan con un pan bajo el brazo, no es del todo real. La factura que representa un curso escolar, unos mil ochocientos euros por hijo, cruje cualquier economía domestica y, lo que es peor, con gastos no estrictamente necesarios. Que una familia se esfuerce en invertir en la educación de sus vástagos es del todo edificante, plausible y meritorio y por tanto merece de los poderes públicos el máximo de facilidades para que no se incremente la factura educativa, máxime en tiempos de crisis.
Dar facilidades es hacer que todos los gastos educativos sean directamente desgravables, como mínimo se puedan restar de la base imponible. Dar facilidades es legislar que los uniformes escolares marquen prenda y color pero no chorraditas identificativas para que solo se pueda usar la ropa comprada en determinados cortijos, el colegio incluido. Dar facilidades es poner coto al abuso que supone el coste de los libros escolares a la luz de la tirada salvaje y segura fruto de la clientela cautiva para cada editorial. Fomentar todo lo que sea libro virtual y libre que respondiera a los temarios oficiales abarataría de qué manera este gasto que puede llegar a unos 200 euros por niño.
El que quiera lucrase con la educación, los uniformes y los libros allá él, que le ponga imaginación al tema, pero no a costa de que el que esté dispuesto a sacrificarse para invertir en la formación de sus hijos tenga que gastar en abalorios en absoluto imprescindibles.