En horas cero se obró el milagro. Basta ocupar un cargo público para redefinir, comérselo con patatas, todo el amplio bagaje ideológico de la nueva política española regeneradora. Los nuevos líderes anticasta, asumiendo el ‘donde dije digo, digo diego’, acaban de alumbrar a la recasta que corresponde a lo que ya teníamos pero más trapero.
Para los inflexibles con la corrupción, un imputado es un ‘depende’ y admite grados, tipos, ámbitos, responsabilidades etc. Se puede estar más o menos imputado y, como mucho, uno solo es incompatible con aquello en lo que está imputado y por tanto Bárcenas, por ejemplo, solo debería dimitir de contable, jamás de Senador.
Para los escrupulosos con el compromiso con la ciudadanía que supone un programa electoral, también tenemos nueva redefinición. Carmena, la nueva alcaldesa de Madrid, ha reducido el contrato que suponen las propuestas de un programa al ámbito de las “sugerencias”.
No entiendo nada. Si el único equipaje con el que la anticasta se presentó fueron los nuevos comportamientos henchidos de transparencia, honestidad y democracia, ¿Qué puñeta hacemos ahora cuando actúan como lo peor de la anterior casta? ¿Alguien me lo explica?
Están recién aterrizados, tienen que aprender a gobernar y cometerán errores, es lo que hay, o corruptos o desconocidos que acaban de nacer y tienen que aprender a andar. Le recomendaría a Carmena que se dejase asesorar por gente en la que confíe pero que haya estado cerca de las tareas que tiene que realizar así no se encontraría con los problemas que se va a encontrar. Administrar un ayuntamiento no es lo mismo que administrar una casa que es la única experiencia que debe tener.