La historia se repite. Si bien antes fue el PSOE contra el PSOE, ahora es su franquicia catalana la que se auto destruye sola. Después de las últimas elecciones municipales en la ciudad de Madrid ganó Esperanza Aguirre, es decir el PP, seguido a un solo concejal por el partido de la ahora alcaldesa Carmena. Esperanza, al ver que no iba a poder conseguir la alcaldía, no sumaba con Ciudadanos y el PSOE no la quería, ofreció al los socialistas sus votos para investir a su cabeza de lista y por tanto ofreció la alcaldía a Carmona (PSOE) con tal de que no gobernará Podemos. Lo curioso es que la dirección del PSOE prefirió darle Madrid a Manuela Carmena antes de conseguirla con los votos del PP.
Ahora, el PSC, vuelve a repetir la jugada en Badalona, segunda ciudad de Catalunya. Ganó el PP, pero gracias al PSC gobierna un conglomerado entre las CUP y Podemos y hacen de las suyas. El PP, con tal de no seguir bajo ese desastroso gobierno, cede sus diez concejales para que gobierne el PSC, que solo sacó cinco, en Madrid fueron 21 del PP por nueve del PSOE, y el PSC no acepta. Prefiere, de momento, no gobernar Badalona antes que deberselo al PP.
No entiendo nada. Se supone que un partido se presenta a unas elecciones con un programa pensado para gobernar un territorio. ¿Es comprensible dejar que gobierne, y se aplique el programa del enemigo antes que el tuyo, para no deberle nada al que solo es un contrincante? ¿Alguien me lo explica?
Un chiste muy viejo dice que un cabo manda un mensaje al capitán diciéndole que ha hecho 100 prisioneros y preguntando qué debe hacer. El capitán le responde felicitándole por la hazaña y ordenándole que traiga los prisioneros. A eso el cabo responde: “A sus órdenes, mi capitán, pero los prisioneros no me dejan llevarlos.”
El hipotético alcalde socialista de Madrid, igual que el de Badalona, sería el cabo y los prisioneros serían los diputados del PP, quienes finalmente harían lo que les diera la gana tras haberse “rendido” al cabo. Esta es la explicación de la estrategia de los socialistas.
Tu distinción entre enemigos y contrincantes es muy interesante. Me admira esa capacidad de colocar a otros actores políticos de una democracia (bastante ficticia, por cierto) la etiqueta de “enemigo”. Y al mismo tiempo me inquieta la consecuencia, después de que le has dado a alguien el asombrosos título de “enemigo”, ¿qué piensas hacer con él? Te sugiero meditar el n. 169 del compendio de Doctrina social de la Iglesia que publicó el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” . “Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales.” La palabra enemigo no aparece mucho en este texto.
¿Y Aguirre qué es, enemigo o contrincante? Te supongo informado del brillante historial político de la Thatcher española. Margaret se avergonzaría de que la comparen con Esperanza. A la inglesa se le puede acusar de cosas, pero no tuvo la reputación la madrileña en materia de corrupción, manipulación, mentira y obstaculización de la justicia. El inocente problema de aparcamiento de Esperanza hubiera sido suficiente para que su carrera política se hundiera para siempre en el Reino Unido o en cualquier otro lugar donde la corrupción y la impunidad no fueran la regla de oro. No entiendo que la menciones como una opción aceptable en la política, bajo ninguna condición.