Sin eludir la presunción de inocencia que debo mantener en todos los casos ya sean hombres o mujeres, de derechas o izquierdas, catalanes o andaluces, uno no puede forzar ni su cabeza ni su corazón para anular las alertas personales frente a ciertos comportamientos que envuelven a algunos personajes: Rato, Pujol padre, Pujol hijo, Pujol otro hijo…
Ahora ha vuelto a las portadas el nombre de Rato y con él la desmitificación del milagro económico del gobierno de Aznar, del propio Aznar, del PP, de la derecha y de lo que haga falta. Si al principio fue la gestión de Rato al frente de Bankia la que reflejaba la actuación inmisericorde del capitalismo a ultranza abusando del personal para salvar a la banca, ahora el personaje aparece como un hábil trapicheador que, como tantos otros, ha ido a la suya.
No entiendo nada. Mientras es difícil encontrar algún personaje público sin sombra de duda, nuestros dirigentes no se plantean introducir la ética en la formación de nuestros jóvenes sino que su preocupación es ¿a quién beneficiaran los tiempos judiciales de semejantes personajes? ¿Alguien me lo explica?