El hecho es que la expresidenta de la Comunidad de Madrid, una vez más, ha hecho declaraciones que además de descubrir un nuevo mediterráneo son, como las verdades del barquero, poco habituales aunque llenas de sentido común. Doña Espe ha dicho que propondrá al PP de Madrid, que ella preside, «que no pueda ir a un cargo público ni a un escaño ni a un puesto directivo importante alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida»; ella misma ha añadido que la idea no es suya, que simplemente se hace eco de una propuesta reciente de otro ex de Madrid, Joaquín Leguina, para el PSOE.
No negaré que ambos personajes, Aguirre y Leguina, me caen bien. Sin caer en las adhesiones incondicionales que no van conmigo, tienen un no sé qué que me gusta: dicen lo que piensan y, lo que es mejor, piensan y piensan solos.
La desafección galopante de la gente normal hacia la clase política en España tiene, sin duda, muchos componentes. Un punto negro clave es la falta de preparación para ser político y el hecho, cada vez más frecuente, de no haber tenido nunca que sudar una nómina.
No solamente no hay escuelas específicas para dedicarse a la cosa pública sino, que de hecho, lo más eficaz es desde pequeñito dedicarse a medrar en los partidos, no acabar ni los estudios -ni falta que les hace- y, en base a codazos o simplemente a ser mamporreros de un jefe, esperar al coche oficial. Dado que al final el aval es por unas siglas hay que cobijarse en ellas y, a partir de ahí, cual muerto de hambre en potencia uno es totalmente dependiente del que le manda y confecciona las listas. Ojala la idea del dúo Leguina-Aguirre triunfe, con unas cuantas más cambiamos el panorama.
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