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Para mi padre
A medida que pasa la vida esta se convierte en pura felicidad, básicamente porque percibimos que se acaba. En algunos cajones dejamos guardado el poso de dolor que dejaron recuerdos de lo que pudo ser y no fue. En otro, los sueños que parecían ser reales y no lo eran. No sé en cuál de los dos poner a mi padre. Creo que debería tener otro sólo para él: para los sueños recordados.
Recuerdo que siempre soñé con sentir su fuerza apretando mi manita mientras me llevaba de paseo por mil rincones de la ciudad. Cómo me preparaba la cena y secaba mi cabello tras la ducha. También que repetía hasta dormirse el cuento preferido, que leía yo a solas
Cuando me caía jugando o patinando, oía su voz enérgica y alegre diciendo: -¡Vamos levántate!- y yo me incorporaba, despacio pero resuelta, del suelo.
Él me ponía las tiritas en las heridas. Era mi caballo preferido, mi profesor de matemáticas y de lucha libre.
En la adolescencia me enseñó que yo realmente era su hija. Alguien amado hasta el infinito. Y su mirada protectora me guió al vestirme, al recorrer las calles nocturnas y a fiarme sólo de algunos amigos.
Supe, por él, que había nacido por el amor de un hombre y una mujer. Que quería ser madre, cuando encontrara para mis hijos un hombre como él.
Y, sobre todo, descubrí la medida exacta de mi identidad femenina, que sólo con sus ojos pudo mostrarme y me hizo entender lo que es el respeto por mí misma.
Entre el sueño y el recuerdo esa figura paterna fue la que encontré el algunos hombres que supieron quererme de verdad: en un viejo soldado, en el director de mi colegio, en un estimadísimo profesor universitario, en un sacerdote, en el protagonista de alguna novela o en algún personaje secundario. Quizá, también, en la de un hombre que un día se pudo enamorar de mí, lo supiera o no. Todos ellos me conocieron profundamente, valoraron mis esfuerzos en todo momento y me lo hicieron saber.
Todos esos hombres buenos apuntalaron mi personalidad hasta aquí. Hasta este cajón de recuerdos y sueños, más intensos que la realidad.
Aquí, donde guardo la fotografía que muestra la imagen de aquel joven de ojos brillantes y sonrisa eterna que es mi padre y que siempre está ahí.
Mi madre me regaló su nombre y su vida. Él, su alma.
María José Ibáñez Rodríguez, portavoz de Asociación de Mujeres Por la Igualdad (@AMPI_igualdad)
Magnífico.
El wassap que le envío, va dedicado a todos los padres, que fueron eso, padres a tiempo completo, tanto que de ellos se guarda un recuerdo imborrable y permanente.
El mío ñ, hace 34 años que falleció, y .no pasa un día que no.me acuerde de él.
Y siempre en el aniversario, encargo una misa por su alma.
Un recuerdo queda guardado por siempre, cuándo me dijo primero termina tus estudios y luego te puedes casar, con 20 añitos que yo tenía, al conocer a mi compañera la madre de mis hijos, rápidamente me di cuenta del amor de Padre, soy lo que logré con su ayuda, y el apoyo de mi mujer.
Hace 4 años que perdí a mi adorado Padre.
Y 17 años qué perdí a mi amada esposa.