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CARTAS DE RELACION I
Sobre la moción de censura
Querido Josep María:
Como recordarás, Don Hernando Cortés, allá por mil quinientos y pico, dirigió al César Carlos unas Cartas de Relación acerca de la conquista de Méjico, de la Nueva España. Es claro que ni yo soy el célebre marqués del Valle de Oaxaca ni tú el poderoso Emperador. Otro gallo nos cantara. Pero creo que procede algún breve comentario relativo a la corriente de sucesos, no tan heroicos como aquéllos, que afectan a esta más bien envejecida que Vieja España.
Empecemos por la moción de censura de VOX al Gobierno (¿?) de Pedro y Pablo, al Gobierno legal pero ilegítimo, al decir de Abascal. Y con toda la razón, pues fue público, solemne y reiterado el compromiso de Sánchez, formulado inmediatamente antes de los comicios, de no formar gobierno, en ningún caso, con quienes no le permitirían dormir por la noche, “[…] junto con el 95% de los ciudadanos, que tampoco se sentirían tranquilos” (sic). Luego vino el fraterno abrazo entre ambos personajes, tras cerrarse las urnas electorales, naturalmente. La mentira, en política, debería ocasionar la nulidad de ciertos pactos postelectorales, e incluso ser tipificada como delito en el Código Penal. Hay doctrina sólida al respecto (v. gr. Ignacio Gordillo, “El Mundo”, 7-VIII-2020). Es universalmente conocido que el actual responsable de nuestro desgobierno, no es que diga mentiras, es que vive literalmente instalado en la mentira.
Pero el Gobierno actual carece no sólo de legitimidad de origen sino también de ejercicio. En los diez meses precedentes a la declaración de la pandemia, el Ejecutivo de Sánchez dictó 35 decretos leyes, figura normativa prevista exclusivamente, como bien sabes, para regular materias de extraordinaria y urgente necesidad. Su número rebasa actualmente los 60, situándose a este respecto en el primero de los gobiernos de España, desde 1978, en el uso de esta excepcional técnica legislativa. En cuanto a las materias reguladas, las mismas han carecido con frecuencia de la urgencia y necesidad exigibles constitucionalmente. Tanto por esta vía como por la de la legislación ordinaria, el sobrevenido tándem Sánchez-Iglesias está abordando trascendentales reformas de ingeniería social no anunciadas en sus respectivos programas electorales. Así, las relativas a la llamada “memoria democrática” (más aún que “histórica”), el aborto, la eutanasia, la educación impregnada de la ideología de género, el control político del CGPJ (se anuncia también el de los Tribunales Constitucional y de Cuentas, y el Defensor del Pueblo), y tantas otras que permanecen en el telar mostrando bien a las claras su implacable deriva totalitaria. Por no mencionar el descontrol de la inmigración y sus desastrosas consecuencias en el orden público, en el sanitario y en el cultural.
El acelerado deterioro del Estado de Derecho, junto a las agresiones a su configuración constitucional –la monarquía parlamentaria- e incluso al propio titular de la Corona, resultan inconcebibles en cualquier país normal. La gestión de la pandemia del coronavirus, su escandaloso manejo político y la torpe gestión económica que ha sumido a España en la más profunda sima, tanto en términos absolutos como en comparación con los demás países del mundo, prácticamente, representan otras tantas circunstancias literalmente insostenibles.
Y aún resulta que la moción de censura promovida por VOX es improcedente porque, entre otras cosas, dicen, contribuirá a fortalecer a Sánchez y a sus no menos peligrosos socios, Podemos, ERC, etc. Begoña Villacís (líder del partido a extinguir, Cs) afirma que tal moción beneficiará al actual presidente, porque éste “[…] necesita un espantajo para polarizar España” (“La Razón”, 18-X-2020). Y Cuca Gamarra (portavoz sustituta de la brava Cayetana), confirmando la intención ya anunciada por el jefe de filas de su partido, dizque líder de la Oposición, confirma que “[…] no apoyaremos la moción de censura de VOX, es un engaño a los españoles porque no puede salir” (ABC, 18-X-2020). Algún medio, cada vez menos relevante por su declarada reorientación “transversal”, opina que “[…] el PP tiene claro que no apoyará la moción de censura […] Consideran que esta moción es un ‘engaño’ porque no tiene ninguna posibilidad de salir adelante. Votar ‘sí ‘significaría, además, apoyar a Abascal como presidente del Gobierno”. Por lo visto ese es el problema. Claro, debe de ser por eso por lo que el señor Egea dice que mientras exista VOX habrá Sánchez. Y luego añaden que es VOX quien fracciona la derecha (concepto a determinar, como he expresado en alguna otra ocasión, querido Josep María). Por lo visto, esta es la forma de propiciar la manida reivindicación de la “unión de esa derecha”.
Lo cierto es que son cuatro las mociones de censura realizadas hasta ahora en virtud de lo previsto en el artículo 113CE para “[…] exigir la responsabilidad del Gobierno”: PSOE contra UCD, 1980 (rechazada); AP contra PSOE, 1987 (rechazada); U. Podemos, contra PP, 2017 (rechazada); PSOE, contra PP, 2018 (aceptada). Nihil novum sub sole. Y conviene también recordar algo que, en cualquier caso, es más que una obviedad: tales mociones previstas constitucionalmente tienen la finalidad tanto de censurar al Gobierno por lo hecho como, más aún, de evitar que siga haciéndolo. Hoy más que nunca.
Tiene, a mi juicio, bastante sentido la opinión de que votar “no” o “abstenerse” equivale, en todo caso, a reforzar la moción de censura planteada por VOX. Con independencia de su resultado final, lo cierto es que plantearla constituye una obligación estrictamente moral, una opción que permitirá expresar por extenso –con todas las luces encendidas en el hemiciclo y los taquígrafos trabajando a tope, sin tiempos tasados- su singular voz a VOX. Y que, invirtiendo los términos del conocido pronóstico unamuniano, no vencerá pero convencerá, que es el mejor camino para poder vencer finalmente. Quizá sea esta la verdadera preocupación de algunos.
En mi próxima misiva, Josep María, si me haces la gracia de tu atención, podemos “hacer relación” acerca de los Presupuestos “Montoro-Montero” o de la borrasca fiscal que se nos avecina.
Un fuerte abrazo.
Leopoldo Gonzalo y González. Catedrático de Universidad. Correspondiente de las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación y de la Historia.
Gracias D. Leopoldo, fantástico, como siempre, en su planteamiento. Ha reflejado en su articulo lo que pensamos una gran mayoría de españoles.
Lástima que el Congreso solo sirva de redil a unos cuantos rebaños que tienen la obligación de hacer lo que manda su pastor salvo riesgo de quedarse sin hierba para pastar.
Imagino lo extraordinario que sería que cada diputado votara en conciencia cada tema propuesto en el Congreso. Cuantas sorpresas nos llevaríamos.
¿no es acaso esa la finalidad del Congreso? y si no es así ¿para que tantos escaños?
¡Qué bueno ese rótulo, Leopoldo: «Montoro-Montero»!