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Fray Junípero Serra, el padre de las misiones californianas, tiene el gran honor de ser el único español que tiene una estatua en el Salón Nacional de las Estatuas situado en el Capitolio de Washington, capital de los Estados Unidos, donde hay 100 estatuas de grandes personajes que representan a su nación, 2 por estado. Juan Pablo II lo beatificó en 1988 y Francisco lo canonizó años más tarde. Fundó nueve misiones y atendió la fundación de muchas otras. Su labor evangelizadora, civilizadora y humana es impresionante.
Lo de borrar el legado de San Junípero ya viene de largo. Llegó a su momento álgido con los ataques de la Universidad de Stanford. Y ahora hemos tenido otro brote con el movimiento #BlackLivesMatter. Es un ejercicio de revisionismo algo grotesco. Más bien parece una forma de expiar y tapar ciertos pecados seculares por parte de los yankis. Aparecen ciertos fantasmas atávicos y hay que cambiar el relato. El maldito relato. Maldita palabra. A Junípero se le acusa de tratar mal a los indígenas, pero no hay indicios de ello. Más bien todo lo contrario. Y se le aplica la brocha gorda sin querer entender la época ni su biografía. Y lo más ridículo es que esa xenofobia que vemos en Estados Unidos hacia lo hispano, aquí la importamos en forma de endofobia. Hemos llegado a ver en Palma de Mallorca la estatua de Junípero Serra vandalizada con una pintada acusándole de «racista». El acto fue auspiciado por una concejal de Podemos. Tremendo.
Quiero terminar con estas palabras del historiador Herbert Eugene Bolton, historiador estadounidense, que alabó el genio fronterizo de España y la labor de Fray Junípero a principios de siglo XX:
“De esta manera, entonces, las misiones sirvieron como agencias fronterizas de España. Como su primera y principal tarea, los misioneros difundieron la fe. Pero además, designados o accidentalmente, exploraron las fronteras, promovieron su ocupación, las defendieron de los asentamientos interiores, enseñaron a los indios la lengua española, y los disciplinó en las buenas maneras, en los rudimentos de la artesanía europea, de la agricultura, e incluso del autogobierno. Además, las misiones fueron una institución creada para la preservación de los indios, en oposición a su destrucción, tan característica de la frontera angloamericana. En las colonias inglesas los únicos indios buenos eran los indios muertos. En las colonias españolas se pensó que valía la pena formar a los nativos para esta vida, así como para la siguiente”.