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Que Junípero Serra ha sido considerado en general por la historiografía como una figura positiva de evangelizador y colonizador. En lo segundo, apenas cabe duda de que fue uno de los máximos protagonistas de la creación de la Alta California española, gracias a la fundación de misiones (con su presidio militar al lado), que han dado origen a numerosas ciudades de primer rango, como Santa Bárbara, San Francisco o Los Ángeles. En el caso de la evangelización, los misioneros se enfrentaron con el difícil mundo de los indios californios, dotados de una cultura muy arcaica y por ello con graves dificultades de integración. Los franciscanos les ofrecieron nuevos cultivos, nuevas opciones de trabajo productivo y nuevas formas de sociabilidad, todo lo cual cabe interpretar como una aportación beneficiosa. Sin embargo, los indígenas hubieron de soportar (como en toda América) el consabido proceso de aculturación que rompía con su mundo y sus tradiciones. Este último aspecto hizo que la historiografía indigenista fuera erosionando aquella imagen favorable de los misioneros franciscanos en tierras californianas. Y así, junto a la imposición de formas culturales ajenas, empezaron a señalarse otros defectos de la evangelización, como, singularmente, el trabajo forzoso y los castigos físicos ante las actitudes de insumisión. Además, se adujeron las conductas de los propios indígenas, protagonistas de actos de insumisión e incluso de abiertas y masivas rebeliones contra los misioneros.
De ahí, en conclusión, que una figura tan bien considerada hasta hoy por la historiografía, haya sido denostada cada vez por los movimientos indigenistas y por la literatura histórica derivada. Y de ahí toda esa serie de actos iconoclastas que se extienden a otras figuras de descubridores, colonizadores y evangelizadores, la mayoría de las veces como fruto de argumentos perfectamente anacrónicos.