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Pero tú, poeta, te mantuviste callado
EXPLICACIÓN DEL POEMA “LOS COBARDES” DE MIGUEL HERNÁNDEZ
España es siempre una mentira transitoria, un cuchillo que afilamos con nuestro corazón, cualquier caricia a las puertas del infierno y ese agujero del calcetín que nunca remendamos. España es hoy una hoguera encendida a los pies de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Unos defienden su derecho a la vida; y otros, su derecho a vivir.
Poema “Los cobardes” de Miguel Hernández
Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.
En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.
Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.
¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huis y huis, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.
Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.
Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta”.
Estimado poeta Juan Carlos Dormido, este poema, en España, es sencillo de explicar. Pero, para que mejor lo entiendas, permíteme ponerte a ti como ejemplo
A principios de 2020 los Medios de Comunicación alertaron de la presencia, en España y procedente de China, de un nuevo virus causante de una nueva enfermedad.
Mediante un proceso denominado ‘zoonosis’, el murciélago, el pangolín, incluso serpientes y perros, fueron señalados, en origen, como los animales hospedadores intermedios del salto del animal a los humanos; incluso se adujo la posibilidad de que fuera el resultado de una fuga viral de un laboratorio, debido a que los primeros casos del telemático SARS-CoV-2 se registraron en un mercado de la ciudad china de Wuhan que se encuentra a escasos metros de un centro de investigación de biotecnología militar.
En base a todas estas conjeturas —siguen siéndolo en la actualidad, pues ninguna de ellas ha podido demostrarse— tú observabas al Gobierno y a los Medios de comunicación esperando respuestas, pero lo único que recibías, poeta, era la provocación por ambas partes de un estado del miedo como si de nuevo, en España, se hubiera levantado de la tumba el pensamiento único; pues se impidieron los debates públicos entre médicos oficialistas y médicos y químicos disidentes, haciendo de la falacia ad hominen el único método para persuadir a la ciudadanía.
Pero tú, poeta, te mantuviste callado.
Por un lado los Medios iniciaban un tratamiento informativo totalitario: todos argumentaban de la misma forma lo que nadie podía demostrarte. Estabas ante un acto de fe. Y es que se aprende mucho viendo la televisión porque la verdad suele ser, exactamente, la contraria.
Pero tú, poeta, te mantuviste callado.
Cuando los Medios de Comunicación dejaron de reprobar la gestión del Poder Legislativo para centrarse, casi en exclusiva, en hacer desprecios morales del comportamiento de los ciudadanos; empezaba surgir lo que se conoce como “fascismo de colaboración” mediante la compraventa de voluntades empresariales camufladas como ayudas.
Pero tú, poeta, te mantuviste callado.
Te informaron de las medidas contra la Covid 19 en presencia de los mandos de todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado durante tu arresto domiciliario… en un ejercicio de amedrantamiento indigno de un país que, aunque no lo sea, alardea de democrático.
Pero tú, poeta, te mantuviste callado.
El mismo periodista estadounidense que alertó de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, te informó de la secuenciación genética, en China, del Sarx Cov 2; pero tú, poeta, continuaste callado.
Por otro lado los responsables públicos eludieron sus responsabilidades haciendo responsables a los ciudadanos; pero tú, poeta, continuaste callado.
Y entre los Medios informándote con conclusiones hipotéticas y los irresponsables públicos haciéndote a ti responsable, los españoles estábamos siendo víctimas de un maltrato tipo —“de libro”—.
El Estado nos agredía por nuestro bien:
* Nos impidió el libre albedrío por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
* Nos impidió el trabajo y la autónoma solvencia económica por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
* Nos quitó las relaciones sociales y el derecho a reunión por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
* Destruyó, de la noche a la mañana, los valores educativos humanistas por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
* Destruyó la calidad de la sanidad pública por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
* Destruyó la calidad de los servicios sociales por nuestro bien; pero tú, poeta, continuaste callado.
*Derogó la Inviolabilidad del domicilio permitiendo que la policía nacional entrara en nuestras casas para impedir encuentros entre personas no convivientes; pero tú, poeta, continuaste callado.
…Y, como alega siempre cualquier maltratador, no sólo lo hizo por nuestro bien sino porque la culpa era nuestra: éramos los ciudadanos los responsables de que se vieran obligados a agredirnos. Y nosotros, como suelen hacer las víctimas estereotipadas de cualquier maltrato, bajamos las pupilas gustativas, pedimos perdón y reprochamos a las otras víctimas que no se comportaran como exigía el agresor.
La historia de la humanidad demuestra, con rabiosa y eterna tozudez, que las “ovejas” de dentro del redil desprecian y denuncian a las que pasean por el campo; pero tú, poeta, continuaste callado. Ni siquiera un eneasílabo con acento en quinta.
Algunos habíais dejado de vivir por miedo a perder la vida.
Y ya sin libertad y sin el resto de tus derechos humanos, primero te dijeron que sería una crisis sanitaria que duraría dos semanas… más tarde que se alargaría a un mes, luego a tres… Y aunque se anunciaron prestaciones… hubo muchos que no hallaron otra salida que la del suicidio… o tuvieron que cerrar su negocio porque nunca recibieron las ayudas del Estado. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Y llegaron las multas por andar por la calle.
Y vislumbraste atónito cómo no se hacía un tratamiento de residuos que se suponía que eran de alto riesgo biológico. Y no te permitieron el duelo acompañado cuando falleció tu abuela.
Y después te obligaron, con un cubrebocas, a ocultar tu identidad facial, a gritar para que se te entienda y a respirar inhalando tus propios gases de deshecho… para no transmitir un virus que aún, a día de hoy, a día de hoy, nadie ha podido demostrar que exista como entidad biológica en la naturaleza.
Las más de doscientas instituciones sanitarias nacionales e internacionales que han sido administrativa y judicialmente preguntadas al respecto, niegan tenerlo aislado y purificado, remitiéndose a lo sumo a un constructo informático chino. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Gran parte del sistema público de salud desatendió la protección de los ancianos obedeciendo órdenes y aplicando protocolos de la cadena de mando, no trasladándoles a las urgencias hospitalarias tras una recomendación que el Ministerio de Sanidad de España hiciera el 5 de marzo de 2020 a las residencias de mayores y centros sanitarios… con las posteriores adaptaciones de las Comunidades Autónomas, a cada cuál más indignante.
El número de fallecidos era directamente proporcional a la necedad que demostrábamos tener los Homo Sapiens Sapiens españoles. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Después los animalitos entraban y salían del cercado según la voluntad de su dueño. Dejamos de ser libres “porque funciona”; porque, como insistía en declarar nuestro Jefe del Gobierno y defendería cualquier esclavista americano del siglo XIX: “Por encima del derecho a la libertad está el derecho a la vida”. Y aunque no exista ni existirá en el ser humano nada más saludable y legítimo que el ejercicio de su libertad, tú, poeta, continuaste callado.
Libertad con la que tú te enemistaste para defender las posiciones de tus supuestos representantes ideológicos en partidos políticos… en los que aún depositas tu inalterable confianza, pues de haber sido sus rivales quienes te quitaran la libertad, la habrías defendido en las calles como mínimo con un versículo en la mano por cada porra de los antidisturbios.
Lo bueno que tienen los fascistas es ‘que no fallan’, de inmediato se les identifica porque siempre te acaban quitando la libertad. Pero tú, poeta, continuaste callado.
El miedo al Coronavirus, el miedo a las medidas contra el Coronavirus, el miedo al comportamiento de quienes no tuvieron miedo al Coronavirus, el miedo al comportamiento de quienes sí tenían miedo al Coronavirus… “El miedo es libre”, aún hoy te siguen diciendo; pero el miedo fue, precisamente, poeta, lo que te quitó la libertad.
Y por si algún día queremos entender la democracia, te recuerdo: en democracia ningún gobierno puede, para afrontar un problema de ámbito público, inmiscuirse en el ámbito privado. Pero eso sucedió y, comprobada tu reacción, lo volverán a hacer; porque si ahora hemos dejado de ser libres por una excusa razonable, cabe la posibilidad de que nos veamos abocados a que nos repitan esa misma excusa durante el resto de nuestras vidas. Pero tú, poeta, continuarás callando.
Insiste, poeta, engañándote a ti mismo pensando que la verdad siempre coincide con lo que votas en la urna. Tal vez estés defendiendo, para reforzar tu conciencia de Partido, los principios filosóficos que siempre combatiste. Que no te salven más porque te van a terminar matando.
Te suprimieron los Derechos Humanos, las libertades individuales y el Estado de Derecho con acciones penales preventivas, acciones penales preventivas. Medidas que a la postre fueron declaradas en sede judicial como ilegales, ilegalidad de la que muchos os advirtieron a los pocos días del secuestro domiciliario. Pero tú, poeta, continuaste callado; te convertiste en fascista porque te dijeron que funcionaba para solucionar los problemas.
“Sé solidario”, “deja de ser libre” te insistían; pero la ‘solidaridad’ implica privarse voluntariamente de un derecho fundamental para compartir el mal o favorecer el bien ajenos. Cuando dicha solidaridad es impuesta —con la excusa que sea— se denomina, nos guste o no reconocerlo, ‘dictadura’.
Ni siquiera votándolo con mayoría absoluta y por aclamación en Cortes Generales, tendríamos derecho a quitarnos los unos a otros la libertad. O dicho para que lo entiendas, poeta, ahora que continúas privándonos a los demás de tus cuerdas vocales: mis derechos humanos no terminan donde empiezan los miedos de los demás.
Y como sucede con toda deriva totalitaria, empezaron a cambiarte el significado de las palabras que tú bien creías conocer, poeta.
Ya en 2013 ese organismo no democrático que conocemos como Organización Mundial de la Salud, te había modificado los criterios que «debían cumplirse» para poder hacer declaración de una pandemia mundial, sustituyendo el criterio de porcentaje de personas fallecidas por el criterio de porcentaje de personas contagiadas; contagios que dependieron de un test que daba positivo al agua, a los refrescos de cola, al polvo de las marquesinas, al zumo de naranja e incluso a una bicicleta estática. Y tú, poeta, continuaste callado.
Te arrestaron preventivamente en tu casa diciéndote que te estaban confinando, pero ‘confinamiento’ significa aislar a una persona en un lugar distinto al de su propio domicilio. Y tú, poeta, continuaste callado.
Mientras salías al balcón a aplaudirles, algunos sanitarios dejaron morir a tu madre en la residencia y a tu padre en la cama de su dormitorio, en la que tú naciste, ¿recuerdas?; y con la misma defensa que alegaron los nacional-socialistas en los juicios de Nuremberg, esos sanitarios se autoexculparon alegando que no eran responsables de sus actos —cumplían órdenes—, ni de las sedaciones, ni de la desatención… ni de los tratamientos invasivos que acababan con la vida de tantísimos pacientes… Y tú, poeta, continuaste callado.
La denominación de “irresponsable” tuvo componentes clásicos totalitarios y se estuvo empleando al estilo ‘Goebbels’: una y otra vez hasta que te lo acabaste creyendo. Y los juicios morales siempre tienen una única finalidad, la de excluir de la responsabilidad a los únicos responsables de los asuntos públicos: los “responsables públicos”. Pero tú, poeta, no te defendiste ni con una sola estrofa, continuaste callado.
Otra típica denominación totalitaria fue la de hacer distinción entre trabajos esenciales y trabajos no esenciales, como si hubiese algún trabajo no esencial para la vida del individuo que lo ejerce. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Denominaron ‘terraplanista’ al individuo disidente como si su actitud fuera la de defender una mentira demostrada, siendo paradójicamente el terraplanista aquel que en la Edad Media defendía las versiones de los científicos oficialistas acerca de cuál era la forma del planeta Tierra. Y tú, poeta, continuaste callado.
“Conspiranoicos”, decían. Que no se advierta, por tozuda ignorancia, una u otra conspiración del Poder; no convierte al ser humano en un conspiranoico.
En la medida de nuestras capacidades tratemos de no ser demasiado ingenuos: el Poder conspira; si el Poder no conspirara, dejaría de ser el Poder. ‘Conspirar’ significa ‘respirar en común’. Su definición es tan hermosa como imprescindible su ejercicio en cualquier grupo de seres humanos que quieran ponerse de acuerdo en algo.
¿Acaso piensas, acostumbrado a creerte las mentiras —ya desde pequeño de la existencia de brujas, el Hombre del saco, el Ratoncito Pérez, Dios o los demócratas monárquicos—; que el poder, en su estupidez e inocencia incontenibles, juega al azar? Ay, poeta…
Y, por supuesto, denominaron, con ánimo despectivo, ‘negacionistas’ a los que disentían de la versión oficial a la manera en que la Inquisición Europea calificaba como herejes a quienes nunca comulgaban con la Iglesia ni sus dogmas de fe.
A los segundos por mirar a través de un telescopio y evidenciar inequívocamente que la Tierra giraba alrededor del sol.
Y a los primeros (el doctor Pablo Campra, el doctor José Luis Sevillano y el Bioestadístico Ricardo Delgado) por mirar por un microscopio y evidenciar inequívocamente concluyente, mediante técnica micro-raman, que en todos los inóculos a los que han hecho denominar ‘vacunas’ contra la Covid 19, hay presencia de óxido de grafeno en sus distintas variedades: hojas, filamentos, formas tubulares… y del cuál no se informa en los prospectos; asunto éste último no menor porque sólo por el mismo tendrían que haberse detenido las inoculaciones. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Viste que muchos de los brazos inoculados presentaban magnetismo y posteriormente algunos Medios te informaron de que el Óxido de grafeno se vuelve magnético en contacto con células vivas. Y tú, poeta, continuaste callado.
Este hecho fue posteriormente ratificado, entre otros, por médicos y químicos disidentes… en Alemania, Inglaterra, EEUU, Chile, Argentina, Francia, Nueva Zelanda… simplemente mirando por un microscopio. Pero tú, poeta, continuaste callado… miraras o no al microscopio.
Se supo más tarde que había sido evidenciado el óxido de grafeno en la vacuna de la campaña antigripal de 2019-2020, esa que fuera administrada a los ancianos en las residencias previa a la primera ola. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Se supo más tarde que había sido evidenciado el óxido de grafeno en vacunas del calendario infantil. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Al alcance de tu móvil hay literatura científica que describe la inquietante coincidencia entre la que se ha hecho llamar ‘sintomatología Covid’ con los efectos del óxido de grafeno dentro del organismo humano, así como el modo en que éste cataliza la radiación potenciando sus daños; dependiendo gran parte de su toxicidad de la cantidad de radiación absorbida; y ésta, a su vez, de los focos de radiación electromagnética que a su alrededor hubiese. Lo anteriormente demominado síndrome de irradiación aguda y síndrome de irradiación crónica… ahora se denominaba enfermedad de Covid 19 y Cóvid persistente. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Te coaccionaron para inocularte porque, de no hacerlo, no podrías recuperar parte de tus derechos fundamentales: viajar, entrar en espacios públicos, seguir trabajando…
Incluso algunos periodistas y políticos te llamaron ‘asesino’ si no te inoculabas (la que supimos después que era la primera de tantas, pues te dijeron ser la única, porque luego había que ponerse una tras otra hasta que el comité de expertos quiera; comité de expertos que existió tan brevemente que nadie ha logrado demostrarnos quiénes lo formaban… Pero tú, poeta, continuaste callado, incluso cuando te hicieron saber que, en un momento dado y muy al principio, se pasó de tomar decisiones por razones sanitarias a tomar decisiones por razones políticas.
Había periodistas y políticos que arremetían contra estos ciudadanos disidentes de los inóculos y la versión oficial, y ponían como solución el apartarlos en campos de concentración (como hicieron en Austria, China y Autralia), o identificarlos con una banda en el brazo, o eliminar su derecho a la atención sanitaria vulnerando el convenio de Oviedo para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina; vulnerando la Declaración Universal sobre Bioética y derechos humanos de la Unesco… y la ley española de autonomía del paciente que hace prevalecer el manifestado interés del individuo sobre el supuesto interés de la sociedad… y vulnerando las resoluciones del Tribunal Constitucional que declaraba que en fase experimental la inoculación de un medicamento debe tener siempre carácter voluntario. Pero tú, poeta, continuaste callado.
Cuando el comité de Bioética declaró que había que retirar por un tiempo la patria potestad a los padres que no querían inocular a sus hijos (recuerda que te aseveraron al principio que los niños no se contagiaban porque no tenían los supuestos receptores); y que el no inoculado no tenía derecho a ser tratado igual que el sí inoculado… tú, poeta, continuaste callado.
No te entregaron el consentimiento informado, avisando de los riesgos, porque no era una vacuna con garantías sino un tratamiento experimental. Y cuando la justicia francesa eximió a una compañía de seguros de cubrir la muerte de un inoculado, como consecuencia del inóculo, por considerar como un suicidio que se inyectara un producto experimental, siendo éste el primero de tantísimos casos… tú, poeta, continuaste callado.
Conozco desde marzo a casi treinta millones de negacionistas de los Derechos Humanos, las libertades individuales y el Estado de Derecho… entre los que te encuentras, poeta.
Tú repetiste estas modificaciones semánticas, que acabo de recordarte, en tus conversaciones íntimas y públicas porque a repetir información es a lo que te habían enseñado de pequeño si querías aprobar cualquier examen, obtener un título o mantener algún trabajo.
Ahora, tras las inoculaciones, se te están muriendo y enfermando amigos, conocidos y familiares, por problemas vasculares, muertes súbitas mediante arritmias, reactivaciones de cánceres, cánceres fulminantes, sintomatologías neurodegenerativas… Pero tú, poeta, continuas callado.
A diario conocemos en el mundo, mal llamado vacunado, nuevos desvanecimientos simultáneos en áreas educativas, conciertos o en cualquier otra forma en que masivamente se agrupen las personas.
Y Hay en España y en la casi totalidad de los países en los que se aplicaron los inóculos,
un exceso de mortalidad, inexplicable aún por las autoridades sanitarias; falleciendo niños, jóvenes y adultos en circunstancias extrañísimas antes de los mencionados tratamientos y a una velocidad, como poco, que te debería darte vergüenza.
Pero tú, poeta, continuas callado.
Se sigue negando hoy a menudo el tratamiento a personas mayores en la sanidad pública porque no son rentables. Y está aumentando considerablemente el número de abortos espontáneos;
pero tú, poeta, continuas callado.
Los españoles malgastamos muchísimo tiempo y talento en volvernos dictadores;
el resto de ambos, en volvernos sumisos. Herederos de un imperio del que sólo quedan nuestros inigualables vestigios del arte, la gastronomía y la riqueza idiomática; ahora todo español aspira a mandar o ser mandado. Aquí no hemos dejado de ser franquistas.
España es la suma de, aproximadamente, cuarenta y ocho millones de déspotas. Todos nos creemos demócratas, respetuosos, solidarios y responsables; mientras le decimos al otro lo que debe hacer con su vida.
Poeta, convirtieron, la ciencia en una Iglesia; descuidando que la ciencia no es análoga de la verdad sino el modo de llegar a ella; siendo el método científico la herramienta con la cuál la propia oficialidad científica comprueba estar equivocada asegurándose de este modo evolucionar.
La ciencia no es estanca, no es inmutable sino correctora de sus propias conclusiones.
Gracias a la ciencia el ser humano logra, siglo tras siglo, desmentir los dogmas establecidos por la propia ciencia.
La ciencia no es ninguna verdad axiomática sino el método para acercarnos a ella. En la medida de lo posible evita, poeta, divinizarla, pues sólo de ese modo seguirá siendo ciencia.
Las humanidades, articuladas con el método científico, nos trajeron la civilización y ahora dependemos de ellas para volver a ser civilizados.
Tú, poeta, que tanta responsabilidad tienes hablando, callaste mucho, en exceso para lo que la historia de la humanidad ha demostrado que se espera de tu oficio.
Yo te amo, bien conoces que te amo incluso cuando dudo de que el amor nos merezca de tanto que te amo. Tengo entre tus versos a las tres mil o cuatro mil palabras que más quiero, que más acaricio con cautela, que más protejo cuando inicio una lectura al interior de lo que sientes.
Pero callaste mucho, poeta, como si te hubieras convertido en un adorador de tu silencio.
Espero haber contribuido a que entiendas, sin el menor asomo de duda, el poema Los Cobardes de Miguel Hernández
Aarón García Peña (Madrid, 1978) es un poeta español, director y presentador del Programa “Poesía Exterior” de Radio Nacional-Radio Exterior de España; coordinador de la Feria del Libro de Vallecas; presidente del Jurado de los Premios Nicolás Salmerón de Derechos Humanos; formador en talleres de poesía para Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid; y pesentador-organizador de actividades para los Centros Culturales del Ayuntamiento de Madrid.
Increíble el diagnostico de un gran poeta y magnífica explicacion para los tontos de la actualidad , que probablementeno no entiendan nada y se queden mirando el «dedo que señala a luna en vez de fijarse en ella »
Gracias por tan magnifico artículo una delicia para leer y releer muchas veces
Excelente relato de una realidad increíble para muchos y demasiado acallada tanto por torpeza, como por intereses no confesados, Simplemente el relato tan maravillosamente expuesto debería ser libro de texto de mas de un estudiante y de todos los responsables públicos, y, como dice el anterior mensaje, para leer y releer muchas veces.
En todo caso gracias por difundirlo y darlo a conocer
Escuché un extracto de un programa de Carlos Herrera, en el que elogiaban a los chinos por sus protestas ante el totalitarismo de las medidas covid del gobierno chino.
Una de las tertulianas se apeó del discurso para poner en evidencia la hipocresía de aquellos que ahora defendían a los chinos que se rebelaban, mientras hace no mucho exigían parecidas medidas aquí, y pedían todos los males habidos y por haber para los que rechazaban someterse a ellas.
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