El hecho es que hoy, más de seis meses después, Artur Mas ha presentado su plan de gobierno para esta legislatura en Catalunya. El plan, que hay que buscar concienzudamente dado que ni él ni la prensa lo han destacado en absoluto, se estructura en 7 ejes con 77 objetivos y 355 medidas, lo que se traduce en 212 actuaciones ejecutivas, donde se mezclan propuestas soberanistas con cuestiones del día a día. Más parece un indefinido y marketiniano programa electoral que un plan concreto de actuación ejecutiva.
La realidad de Mas hoy la resumo en tres hechos: Mas creó un problema cuando impulsó la manifestación del 11 de septiembre y, obnubilado por el éxito de la convocatoria, se propuso -cual Moisés- liderarla. Creó un problema que dividió a los catalanes y enfrentó a Catalunya con el resto de España y el resto de Europa. Mas tiene un problema al tener que gobernar una Catalunya arruinada con una exigua minoría, y lo tiene mayúsculo cuando, a pesar de suplicar el compromiso de otras fuerzas políticas, ninguna está dispuesta a comerse el marrón de los recortes. Mas es el problema ya que cuando adelantó las elecciones en busca de una mayoría sobresaliente y lo que realmente cosechó fue una sonora derrota perdiendo diputados, el sentido político debía hacerle entender que la única opción para no arrastrar al desastre a su partido y a la propia Generalitat, era la dimisión. Cuando apuestas y pierdes, debes irte y dejar paso a otro con otras prioridades.