Conversación tranquila de @jmfrancas con Javier R. Portella, escritor y editor, director de ElManifiesto.com. (@elmanifiestocom).
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JMF: ¿Qué es ‘El Manifiesto’?
JRP: Un periódico política y socialmente incorrecto que surgió hace casi 20 años a raíz de la publicación en 2002 de El Manifiesto contra la muerte del espíritu y de la tierra, escrito por mí mismo y presentado con el respaldo de Álvaro Mutis, Premio Cervantes de Literatura 2001 y publicado en siete lenguas.
JMF: ¿Qué decía aquel manifiesto?
JRP: Es fundamentalmente una impugnación del nihilismo que conlleva la pérdida de valores, sentido y espíritu de nuestras sociedades contemporáneas.
JMF: ¿Seguimos igual o vamos a peor?
JRP: Vamos descaradamente a peor, salvo las reacciones que se están produciendo. Pienso en lo que representa un fenómeno como el de Vox, inimaginable en aquel entonces, en lo que significa la reacción de los países del Pacto de Visegrado, encabezados por Hungría y Polonia, y en las esperanzas que está abriendo en la vecina Francia la campaña electoral de alguien como Éric Zemmour.
JMF: ¿Qué hay detrás de este desastre?
JRP: Todo un problema de civilización, toda una crisis de la cosmovisión liberal, materialista y utilitarista del mundo moderno, y que por caracterizarlo con lo que me parece ser su rasgo principal, consiste en lo que, en mi ensayo El abismo democrático denomino la desacralización del mundo.
JMF: ¿Relativismo moral también?
JRP: Sí, por utilizar esta expresión, aunque no es ahí donde me parece incidir lo esencial de la crisis contemporánea.
JMF: ¿Lo esencial?
JRP: Lo esencial es esa desacralización de la que te hablaba. Es decir, esta pérdida de todo aliento superior, de toda inquietud que vaya más allá de la inmediatez de la vida vegetativa, resumida en trabajo y diversión, esfuerzo utilitario y ocio intrascendente. A partir de ahí surge todo lo demás: desde la banalización de la vida hasta la fealdad o vulgaridad de nuestras ciudades, campos y playas, hasta la destrucción explícita de la belleza que emprenden los garabatos del denominado «arte» contemporáneo.
JMF: Hasta dejar a cero la dignidad de los seres humanos ¿no?
JRP: Lo enfoco desde otro ángulo. Ahí voy. La cosa es tanto más desoladora cuanto que, desde otro punto de vista, lo tenemos todo para conseguir lo que cabría denominar el mejor o, en todo caso, el menos malo, de los mundos posibles. Pensemos en lo que significa el emporio de bienestar material que, sobre todo en el campo de la salud, ha alcanzado el mundo moderno; o lo que implican los conocimientos científicos, etc. Unos conocimientos científicos que explican maravillosamente -y ahí está el problema- el «cómo» de las cosas, pero nada nos dicen, ni pueden ni deben decirnos, sobre el «qué» de estas mismas cosas: sobre su sentido, su significado. Sobre su destino y el nuestro. Sobre lo que hacemos o dejamos de hacer en el mundo.
JMF: El hombre en busca de sentido…
JRP: Esto es lo esencial del ser del hombre. Y si esto no tiene un lugar clave, esencial, dentro del «aire del tiempo» propio de una época, entonces todo se desmorona.
JMF: Además de editor eres escritor y entre tus libros hay uno sobre el PSOE y la II República. ¿Es aquel PSOE el modelo se Sánchez?
JRP: Esto es, en cualquier caso, lo que afirma sin ruborizarse el propio Pedro Sánchez cuando declara, así a las claras, que «Largo Caballero actuó cómo queremos actuar hoy nosotros». Recordemos, por si alguien todavía no lo sabe por no haberse comprado aún el libro, que Francisco Largo Caballero, conocido popularmente como «el Lenin español», fue el principal dirigente socialista durante la República y la Guerra Civil, alguien que no ansiaba otra cosa, al igual que la inmensa mayoría del PSOE y lo esencial del campo republicano, que llevar a cabo en España una revolución como la que había triunfado 19 años antes en la Unión Soviética. «Antes de cinco años, cuando se haya derribado a Azaña, habrá en España una unión de repúblicas soviéticas ibéricas», aseguraba Largo Caballero en 1936.
JMF: Sabia lo que era Stalin para la URSS: un asesino en serie.
JRP: Probablemente lo sabía y no le viera ningún inconveniente, sino todo lo contrario: la mejor de aplastar a los enemigos de clase, etc. Es decir, al conjunto de la población, incluida, por lo demás, una parte sustancial del aparato del propio partido. Fíjate si ello es así que hay una circunstancia sumamente chusca y que se documenta en el libro: a comienzos de la Guerra Civil, hubo un momento en que el propio Stalin tuvo que moderar por carta los ímpetus aniquiladores de la República. Viendo el cariz que estaban tomando las cosas, Stalin tuvo que aconsejarle a Largo Caballero que frenara la represión y que no se cargaran (aún) a las fuerzas de izquierdas no tan extremistas como ellos. No fue un gesto bondadoso por parte de Stalin, ni que decir tiene. Fue simplemente un gesto de inteligencia táctica. Fue la famosa divisa de «ganar primero la guerra y hacer luego la Revolución». Una Revolución que, en realidad, ya estaba hecha o haciéndose, y de lo único de lo que se trataba era de si había que llevar ya la aniquilación hasta sus últimas consecuencias, o era mejor hacerlo después de haber ganado la guerra.
JMF: Y, ¿qué admira Sanchez de semejante personaje?
JRP: Nada en concreto, supongo. Se trata simplemente que, habiendo salido en la prensa este mismo año las declaraciones de Largo Caballero sobre la conversión de España en una nueva Unión Soviética, y habiéndose armado el revuelo que se armó, consideró necesario salir en defensa de su predecesor. Algo tenía que decir. Callarse no podía, pero tampoco podía hacer lo que el PSOE no ha hecho ni hará jamás: efectuar la más mínima crítica a su actuación durante la República y la Guerra Civil.
JMF: El PSOE se las da de ‘democrático’, ¿lo avala su historia?
JRP: Todo lo contrario. Ésta es precisamente la idea central de este libro: impugnar la falacia del imaginario colectivo según el cual la II República fue un dechado de virtudes democráticas, frente a la cual se alzó, para derrocarla con malignas ínfulas fascistas, la España nacional. Si Alzamiento militar hubo, fue, por el contrario, única y exclusivamente con el fin de impedir que triunfara lo que dos años antes, en 1934, ya había triunfado, pero solamente en Asturias: la transformación de España en «una unión de repúblicas soviéticas ibéricas”.
JMF: Mil gracias Javier, has abierto suficientes melones muy jugosos, dará para una segunda y tercera y… ¿Cómo se llama tu libro sobre el pSOE exactamente?
JRP: El PSOE y la II República: ¿democracia o comunismo?, por Javier R. Portella. Ediciones Insólitas. Se encuentra en las principales librerías, así como en Amazon.
JMF: Mil gracias Javier, un abrazo.
JRP: Allá voy. Un saludo cordial.