Conversación tranquila de @jmfrancas con Javier Barraycoa (@JBarraycoa), profesor de Sociología en la Universidad Abat Oliba CEU.
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JMF: ¿Qué hace un sociólogo escribiendo de historia?
JB: La historia es en cierta medida un instrumento básico para entender los comportamientos sociales del presente. Me adentré en el estudio de la historia, cuando el nacionalismo la instrumentalizó para mal interpretar el presente y legitimar sus intereses.
JMF: ¿Cómo se instrumentaliza la historia? Parece que los hechos son o no son…
JB: El nacionalismo surgió de los ambientes románticos que inundaron la Europa decimonónica. Autores como Herder, Hegel o Fichte entre otros, mezclaron realidades con mitos. Esta combinación fue explosiva. El siglo XIX fue el de la explosión de los nacionalismos que llevaría a dos guerras mundiales en el siglo XX. La deformación de la historia se mostró así como un arma destructiva de intelectos y sociedades. Frente al sentimiento como mecanismo de interpretación de la historia la razón queda anulada o reducida a unos pequeños ámbitos académicos.
JMF: ¿Esta nueva historia prescinde de los hechos reales?
JB: En Cataluña tenemos ejemplos más que claros. La familia Bofarull, que durante el siglo XIX custodiado el archivo de la Corona de Aragón, hicieron desaparecer el primer testamento de Jaime I, en el que Contaba Valencia como Reino y Barcelona como mero condado. Igualmente tacharon o destruyeron documentos de los nobles aragoneses y castellanos que se asentaron en Valencia tras su conquista para intentar «demostrar» que en Valencia se habla catalán porque fue despoblada por catalanes. Desde las leyendas sobre Wifredo el Belloso hasta las Memorias de Jordi Pujol, el nacionalismo se ha asentado sobre la distorsión constante de la historia.
JMF: El nacionalismo quiere reivindicar a Luis Companys. ¿Qué te parece?
JB: Es una reivindicación demencial. Tenemos centenares de testimonios de catalanistas contemporáneos de Companys que deploraban su comportamiento. Lo consideraban un traidor al catalanismo por su pacto con anarquistas y posteriormente comunistas durante la guerra. Además fue el responsable de más de 8.400 asesinatos de catalanes durante ese tiempo. Al ser fusilado incluso miembros de su partido se lamentaron pues escribieron literalmente que era un personaje para olvidar pero que Franco lo había convertido en «mártir». Hasta bien entrada la democracia, incluso catalanistas conservadores repudiaban a Companys pues el recuerdo de las matanzas en los pueblos aún eran recordadas.
JMF: Pues por que tanto lío con él, le loan como a un mártir…
JB: El nacionalismo necesita referentes y mártires. A principios de la transición se editaron muchas biografías sobre Macià y ninguna sobre Companys. Asentado el pujolismo empezaron a aparecer biografías laudatorias sobre Companys que acallaban sus responsabilidades en las matanzas del 36-39. El problema es que el nacionalismo no ha tenido personajes de altura. Y los que sí lo fueron como Cambó, al llegar la Guerra Civil, se pasaron al bando nacional. Hoy el nacionalismo se aprovecha de una sesgada memoria histórica para rescatar una figura irrescatable como la de Companys.
JMF: ¿Quién fue entonces Companys realmente?
JB: Un republicano que ostentaba un título de nobleza (baronía de Jover); un españolista que llegó a ser Ministro de Marina y luego independentista; un burgués amigo de anarquistas; un celoso patológico que mandó asesinar a su antiguo jefe de policía y líderes su partido, Miquel Badía; un histriónico que a menudo se ponía a llorar ante Francesc Macià; una persona que presumió de haber liquidado la religión católica de Cataluña pero que se convirtió y confesó antes de ser fusilado. Companys fue una contradicción constante y una caricatura de sí mismo. Pero es con este tipo de personajes con los que paradójicamente es más fácil crear mitos.
JMF: Y de Macià, ¿qué sabemos?
JB: Macià fue también un personaje contradictorio. Fue un patriota españolista y oficial del ejército español. Nunca se sintió catalanista hasta que, al presentarse a las elecciones por la ‘Solidaritat Catalana’, fue despechado por sus compañeros de armas. Pertenecía a una familia rica y quiso jugar a revolucionario. Su fama o apoyo entre el catalanismo se debió a una patochada preparada por los servicios de inteligencia fascistas italianos. Se trató de un teórico levantamiento desde Francia para «liberar» Cataluña de España penetrando fuerzas insurgentes por Prats de Motlló. Pero todo fue ridículo. Apenas contaba con dos centenares de hombres prácticamente sin armas y que fueron detenidos en la frontera por la Gendarmería. Era la época de la Dictadura de Primo de Rivera y deseaba enfrentar a España y Francia para sacar ventaja en el norte de África. Macià sabía que su acción era ridícula. Por aquel entonces ya era masón y el juicio que realizaron contra él en Francia, le catapultó a la fama. De ahí a la presidencia de la Generalitat cuando llegó la II República sólo fue un paso.
JMF: Pero, ¿tiene también sangre a sus espaldas?
JB: No. Macià había pedido ayuda incluso a la recientemente proclamada URSS, pero nadie le hizo caso, para liberar Cataluña. Es un hombre que estuvo en el lugar adecuado en el momento adecuado. Salvo el Estatuto de Núria, apenas hizo nada. Su programa político era que todo catalán tuviera una «casa i l’ hortet». Llegó a tener un prestigio inmenso aún de su partido -Estat Català- nadie sabía si era de corte fascista o de izquierdas.
JMF: En Madrid se ha levantado una controversia sobre Indalecio Prieto y Largo Caballero y han salido 200 ‘historiadores’ reivindicando sus figuras…
JB: Figuras manchadas de sangre. No podemos olvidar que el PSOE de la época estaba dividido entre un sector más moderado y otro que se sometió con el partido comunista siendo responsable de las checas del SIM o de las matanzas de Paracuellos. En muchos países que han pasado traumas de Guerras civiles han sido decorosos con ambos bandos. Si la transición debía de ser un momento de reconciliación, la izquierda ha querido convertirlo en una desproporcionada revancha. La memoria histórica es para todos o para nadie.
JMF: Mejor para nadie ¿no?
JB: Lo mejor es ser objetivos y no utilizar el pasado como arma arrojadiza. No tiene ningún sentido alentar ahorra un guerracivilismo que nada bueno puede traer. Países como Rusia aún conservan mas de 6.000 estatuas de Lenin a pesar de lo que sufrieron durante el comunismo. Ellos prefieren tener presente su historia y que cada uno la juzgue como crea más conveniente.
JMF: Gracias Javier, un abrazo y hasta pronto, si te dejas.
JB: Prometo dejarme. Muchas gracias a ti. Un fuerte abrazo.
Tiene mucha razón Javier aquí en Valencia,sabemos de lo que habla y de lo que estamos sufriendo con COMPROMIS y sus «LEYES DE EDUCACIÓN».
Que menos mal que la de la lengua,se la tumba el Tribunal.Sigue así José María,destapa todas las mentiras.
Hay que entender a las familias burguesas que viven y muy bien del cuento:
https://elcriticonhistorico.blogspot.com/2020/03/el-sisifo-independentista-sigue-con-su.html