Desde Pujol que ya se declaró nacionalista de inicio, hablamos de los años setenta; ni él ni su entorno han dado un paso atrás. Había que blanquear España, a efectos democráticos, para entrar en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea y, una vez allí, diluirse en una organización supranacional impulsando la Europa de las regiones y, si colaba, constituir un Estado propio sin más. Para ello también era imprescindible que el nacionalismo no apareciera como un peligro y, sobre todo, que la Catalunya liderada por ellos fuera el amable motor económico de España.
Aprovechando el Estado de las Autonomías se debía crear casi de novo una administración nacionalista y jugando con el bipartidismo se podía influir directamente en el gobierno de España, aunque sin formar nunca parte de el. Siempre a una prudente distancia de todos, pero con capacidad de hacer caer el fiel de la balanza a cualquiera de los dos previa cesión de más poder autonómico. Llegaría un día, por la debilidad in crescendo del Estado, y por la fuerza propia, en que se podría abiertamente plantear un estatus de independencia real o cuanto menos económica. En esas estamos. Mas y Homs no son más que el siguiente eslabón de la cadena pero de metal más basto.
No entiendo nada. Siguen siendo PP y PSOE los que más mandan en España, ¿serán capaces de ponerse de acuerdo en parar el ‘procés’ y todas estas charlotadas? ¿Alguien me lo explica?
Parar el secesionismo es un objetivo loable. Pararlo de cualquier manera, sin diálogo y respeto, sería un abuso, que en el mejor de los casos pospondría la solución correcta, para que en el futuro sea más difícil todavía.