Dicen las malas lenguas que muchos griegos están acostumbrados al todo incluido y no están dispuestos a renunciar a ello. Es muy posible que sea así. Supongamos que la analogía con estos hoteles de veraneo sea aplicable. Uno paga un precio razonable, más bien bajo, para tener cubierto todos los antojillos que se le ocurran: comer, picar, beber. Es verdad que la calidad suele ser ínfima pero la cantidad amortigua mucho la exquisitez del paladar. Si esto es así, si los griegos han pagado la reserva y su país, el hotel, les proveía de cantidad de servicios en el todo incluido es lógico que ahora se sientan estafados. La cuestión entonces es ¿a quién denuncias? ¿Al camarero que ya no te sirve un wiski de garrafón? ¿Al director del hotel que no responde a lo que se había comprometido? ¿A la empresa con la cuál contrataste el viaje? ¿Al país donde has ido de vacaciones?

Aquí puede estar ocurriendo algo análogo. Grecia no da para más. ¿A quién protestas? Al camarero –el funcionario-, al hotel -la institución que te daba el servicio-, a la compañía con la que lo contrataste –el Estado griego-, al país, la U.E., al Creador que lo hizo todo.

No entiendo nada. Alguien les prometió duros a cuatro pesetas y se acabó lo que se daba. La U.E. debe ser también un espacio de solidaridad pero, ¿no pretenderán ustedes que los hoteles de al lado se hagan cargo de todas las vacaciones de aquellos a los que otro ha timado? ¿Alguien me lo explica?