El vertido tóxico de Aznalcollar al río Guadiamar que anegó Doñana y que según expertos fue 100 veces más dañino que el desastre del Prestige vuelve al primer plano. La Junta de Andalucía, ya en época de Susana Díaz y justo después de romper con IU, adjudicó por vía de concurso la explotación de la famosa mina al consorcio Minorbis y Grupo México. Otra aspirante, la empresa Emérita, denunció esta resolución y la magistrada ha dictado recientemente un auto que deja a los pies de los caballos la resolución del concurso. Tacha la decisión de irregular afirmando que “no se observa el más mínimo rigor en la actuación de la Administración» y destaca que esta concesión no cumplía ni uno solo de los requisitos establecidos en el procedimiento.
Es difícil digerir que cualquier partido, que quiera hacer gala de limpieza propia y exigir la ajena, pueda ayudar a formar gobierno al PSOE andaluz si en la época post ERE sigue por este camino: corrupción o, no sé si es peor, incapacidad para ni siquiera saber adjudicar. La metedura de pata es de órdago y el gobierno es tóxico de narices y pone de manifiesto que, con firmar pactos y declarar principios, no basta.
No entiendo nada. ¿No será que, el escándalo de Aznalcollar y la reacción de Susana solo cuando ha aparecido en la prensa, ponen de manifiesto que la cultura de la Junta es la del señorito del cortijo que hace y deshace a su antojo? ¿Algún partido le hará de comparsa ahora? ¿Alguien me lo explica?