Si bien Luis de Guindos ha respondido al FMI diciendo que «El Gobierno no va a modificar ningún tipo de impuesto indirecto que no venga derivado de modificaciones de la normativa comunitaria», las recomendaciones del Fondo para España sí incluían aumentar la carga impositiva. El Fondo habla de elevar los impuestos especiales -el alcohol, por ejemplo-, los medioambientales y, además, reducir de manera gradual el rango de productos que se benefician del IVA superreducido.
Una vez más, el secreto para cuadrar las cuentas vuelve ser el incrementar los ingresos. Sí es verdad que hay otras recomendaciones del propio Fondo, que parecen no solo aconsejables, sino inevitables, como son bajar cotizaciones, reducir el impuesto de sociedades, ligar salarios a productividad, avanzar en suprimir trabas administrativas y un largo etcétera. Echo en falta sin embargo medidas tan de sentido común y tan reclamadas por la calle como son las que buscan adelgazar el Estado y, por tanto, bajar significativamente el gasto público: menos ayuntamientos, suprimir duplicidades administrativas, empresas públicas, diputaciones, televisiones públicas y un largo listado de entidades cuya función es del todo superflua.
No entiendo nada. El FMI y la mayoría de entidades ligadas a la política actúan frente al déficit como aquella familia que, al no cuadrar las cuentas, un cónyuge exige al que trabaja que busque un sobresueldo, y no se plantea ni vender o alquilar la segunda vivienda, ni quitarse uno de los coches, ni dejar de ir en Semana Santa a Sierra Nevada, ni prescindir del veranero a todo trapo en Marbella, ni del gym, ni del spa, ni de la pelu, etc. ¿No es más lógico y sobre todo más realista prescindir de lujos hasta que vengan tiempos mejores o hasta nunca? ¿Alguien me lo explica?