Cuesta, al repasar la trayectoria política de Felipe González como presidente del Gobierno de España, encontrar actuaciones que merezcan grandes halagos. Él devaluó nuestra democracia hasta convertirla en la caricatura que es, convirtiéndola en partidocracia. Él suprimió por la vía de hecho la mayoría de controles sobre el poder, politizando todos y cada uno de los órganos de control. Él subordinó la justicia al poder político, cargándose la división de poderes. Él adulteró el Constitucional, convirtiéndolo en una pseudocomisión del Parlamento. Su gran virtud fue, visto lo visto, que podría haber sido mucho peor: González jamás vendió España al separatismo catalán y no capituló frente a ETA. A González le hizo bueno Zapatero y, al paso que va, le hará excelente Pedro Sánchez.
Ahora Felipe González acaba de aterrizar en Venezuela. Hace bien poco ha firmado junto a Aznar, parecía imposible que coincidieran en algo, junto a otros veintitrés exmandatarios firmaron la ‘Declaración de Panamá en apoyo de la democracia en Venezuela. Esta firma y su presencia son un duro golpe a la dictadura Venezolana y pienso que son el principio del fin del régimen de Maduro.
No entiendo nada. Felipe, con más sombras que luces, tiene claro que el mantenimiento de la democracia une más que la separación derecha izquierda. ¿Cómo es posible que el PSOE de Sánchez prefiera abrazar a Podemos, hijo político del totalitarismo de bolivariano, a dejar gobernar al PP, tan demócrata como ellos? ¿Alguien me lo explica?