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Cataluña siempre ha sido plural en multitud de aspectos, nada tienen que ver un urbanita barcelonés con un aldeano de la Cerdaña, ni nada un adinerado empresario con un trabajador manual de las zonas industriales; también son distintos los amantes del fútbol y los del basquet, y los aficionados al Barça y el Español, que hasta son rivales, y así en multitud de aspectos en que no todos eran iguales, ni opinaban lo mismo pero convivían con total normalidad en multitud de ocasiones: fiestas familiares, lugares de segunda residencia e incluso actos de cariz político. Esta semanas ultimas, y este fin de semana más en concreto, hemos visto dos Cataluñas que empiezan a ser como el aceite y el agua. Cataluña hoy está totalmente dividida entre independentistas y no independentistas. Lo vimos con extraordinario claridad este último sábado y domingo donde, bajo banderas irreconciliables, una multitud, las cifras no son creíbles, se manifestó para demostrarle a la otra que también existe y que no se achanta fácil. Esta división, que quedó más que clara el domingo en la Plaza de San Jaime dónde unos frente a los otros tuvieron que estar con la policía, los ‘mossos, en medio separándoles, se da casa por casa, familia por familia, barrio por barrio, empresa por empresa… Eso casi ni es humano.
A diferencia del independentismo, que es del todo totalitario, el constitucionalismo siempre ha sabido convivir con sus contrarios, pero a costa de tragar y callar, no se le puede pedir a la gente un heroísmo permanente, puede llegar un día, bien poco falta, en que el virus de la intransigencia haga que el pisoteado se harte de serlo y además de plantar cara quiera sentar cátedra. Si la prueba del algodón supervisa la limpieza, la prueba de la desunión clarifica lo que es malo.
No entiendo nada. ¿Vale más una idea que un conciudadano? ¿Alguien me lo explica?