Un año electoral es año de promesas y, desde que nos visitó la crisis, éstas siempre se sustancian en euros para el votante. Bajar impuestos, suprimir tasas o regar nuestros bolsillos con euros directos, son las imaginativas ideas de una clase política que de hecho no da para más. Incapaces de ilusionarnos con nada, se limitan a asustarnos con un teórico gobierno del adversario político y a comprar nuestro voto con la redistribución de dádivas a aquellos colectivos que más votantes tienen. Aunque suene a caricatura parece que el gobierno durante tres años ha llenado sus arcas con las subidas de impuestos para tener con que alegrarnos el ultimo sprint de la legislatura. Una nimia parte de nuestro dinero volverá a nuestro bolsillo con la esperanza de que les votemos.
No entiendo nada. Si bien es justo que un Estado sea solidario con los que menos tienen, ¿no será la renta mínima social, llámese como se llame y la proponga quien la proponga, una maldita manera de darnos el pez en vez de la caña que nos permita abastecernos solos para así ser independientes y libres? ¿Alguien me lo explica