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Se acaba de publicar por ‘Transparencia Internacional’, organización no gubernamental de ámbito mundial, el ‘Índice de Percepción de la Corrupción’ (IPC) 2018, que evalúa, desde el año 2012, la corrupción en el sector público en 180 países. Según el estudio existe un vínculo más que claro entre democracia saludable y lucha contra la corrupción en el sector público y esta lucha contra la corrupción a nivel internacional se ha estancado. Actualmente más de dos tercios de los países suspenden siendo la media mundial de 43, suspenso también, sobre 100 que correspondería a la máxima transparencia. Desde que el Indice se publica, 20 países han registrado mejoras significativas y 16 han empeorado con claridad. Europa y en concreto la U.E., va a la cabeza de la transparencia con 66 puntos y África, en la cola con 32. En el caso de España, que es el que más nos afecta, el índice nos sitúa en el puesto número 41, con 58 puntos, uno más que en 2017, y lleva manteniéndose relativamente estable durante los últimos tres años. Yo, la verdad, es que mientras ningún partido político haga autolimpieza y solo denuncie la corrupción de los otros, no me creeré nada de su interés por combatirla en serio y mientras la mentira pública sea común en el mundo de los políticos, me reiré de su interés en la transparencia.
No entiendo nada. ¿Siendo la corrupción uno de los problemas que por real más preocupa a los españoles, ¿como puede ser que los partidos sigan de hecho sin hacer nada? ¿Alguien me lo explica?
Espero que mi explicación sea de su agrado.
Cuando pequeños, teníamos una ley que se cumplía a rajatabla, si alguno le rompía algo a otro, se decía: «el que rompe paga y se lleva los tiestos», con lo que se dejaba claro que se podía quedar con los pedazos del juguete o del objeto que fuese, pero tenía que reponer otro igual o en su defecto, abonar el importe del defenestrado.
Está visto que esta ley implícita en la lúdica infantil, no se contempla en el juego de la jurisprudencia, porque a pesar de la infinidad de casos de corrupción, con sus respectivos robos de dinero público, hasta la fecha sólo hemos visto que se cumpla una parte de ella, siempre se llevan los tiestos, pero nunca reponen lo que han roto, o sea, lo más importante, el dinero que han mangado.
¿Por qué ocurre esto?, porque las leyes están hechas de forma que los que tienen recursos, como dinero, contactos, influencias, se beneficien de los múltiples agujeros que conscientemente han creado en ellas y por donde se van escapando ante la mirada estúpida de la ciudadanía, que ve cómo un simple hurto de pañales o comida para sus hijos, es penalizado con dos años de prisión y el desfalco de cientos de millones de euros, sólo cumple unos pocos años y después, la vidorra padre en las playas caribeñas.
Esto lleva a la conclusión de que quien hizo la ley hizo la trampa, y ¿quién hizo la ley?. Pues los políticos, de ahí que no les interesa levantar alfombras, agarrar a los corruptos y apretarles hasta que vomiten el último euro. Les interesa, en cambio, hacer la vista gorda cuando un empresario les mete unos sobrecitos llenos de «bin laden» por bajo cuerda, a cambio de unas concesiones urbanísticas, o de cualquier tipo, unas veces para consumo propio y otras veces como dopaje del partido para las próximas elecciones y a largo plazo se aseguran que esas empresas les proporcionen unas puertas giratorias una vez acabada su labor política.
Es por esto y otras posibles causas a las que mi información sesgada por los medios no alcanza, aunque sí intuye, que los políticos sigan sin hacer nada en cuanto a la corrupción y que la ley de transparencia, como bien dice en su artículo, sólo la apliquen a los otros y nunca en sus propias carnes.
Como siempre, un placer leerle.
Un cordial saludo.