Recordando a Jordi Pujol cuando, tras su conocida exclamación de “qué coño es la UDEF”, desató rayos y truenos, no sin motivo, hacia su persona y entorno, es lógico que cualquiera de mis conciudadanos no catalanes se haga la misma pregunta entorno a las siglas CUP. Uno sabe hasta qué es ‘Podemos’ a pesar de sus variables disfraces, pero de la CUP, pocos saben nada.
La CUP, Candidatura de Unidad Popular, es una organización política asamblearia presente en lo que ellos llaman Países Catalanes y que, partiendo del ámbito municipal, trabaja para una gran Catalunya independiente, socialista, ecológicamente sostenible, territorialmente equilibrada y no patriarcal. Es decir todos los tópicos de la nueva izquierda independentista juntos y bien mezclados.
Su primera aparición electoral fue en 1979. En el 2011 se presentó con un programa mínimo común y consiguió más de una alcaldía. En 2012 obtuvo tres diputados en el Parlamento catalán y ahora, ya con 10 representantes, es la fuerza independentista que posibilita que la lista conjunta de ERC y el antiguo partido de Pujol, ocupen el gobierno de la Generalitat.
Catalunya, aquella antigua tierra del seny, la iniciativa privada y el trabajo, es ahora gobernada por independentistas amantes de lo público apoyados por un partido, la CUP, de extrema izquierda, asambleario, partidario de la independencia, de la salida de la UE y la salida de la OTAN, encantados con nacionalizar lo privado, anticompresas y devotos de la vida tribal en comuna.
No entiendo nada. ¿Cómo pueden gobernar juntos la burguesía convergente, el republicanismo de Esquerra y el anticapitalismo de la CUP sin ser el caos? ¿Alguien me lo explica?
Pues claro que no pueden gobernar juntos. Lo que los ha unido es el deseo de huir de ese 30% de devotos infalibles del PP. Y es comprensible. Lo que no se comprende es la tardanza de Valladolid para comenzar su proceso independentista. Y Toledo, Teruel, Albacete, La Rioja, La Serena, Sevillla y otros dolientes.