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REFLEXIONES DE UN FIN DE “ANNUS HORRIBILIS”
Evitando caer en el adanismo de los políticos que nos gobiernan, no voy a afirmar que todo comenzó con Zapatero cuando, no sabemos si con el ánimo de justificarse a sí mismo, afirmó: «cualquiera con muchas ganas y una idea básica de país, independientemente de su cualificación, puede llegar a ser Presidente del Gobierno». Lo que sí afirmo es, que desde la instauración del régimen del 78, estas declaraciones de Zapatero supusieron la confirmación de un cambio de tendencia. A partir de este momento, la capacidad y el conocimiento, no sólo no eran imprescindibles para ocupar un cargo relevante en el gobierno, sino, que estas cualidades han sido relegadas en aras de lo que los actuales dirigentes consideran el atributo básico del político: <<la obediencia ciega al líder supremo>>, que quizá por serlo menos que nunca, la necesita más.
Desde entonces, en los sucesivos gobiernos, la presencia del devoto cuyo único mérito es la militancia y por tanto se lo debe todo al líder, se ha incrementado hasta convertir en una “rara avis” el político preparado, con criterio propio y sentido común.
Todos hemos sido testigos de algunos de los más patéticos intentos protagonizados por altos cargos del gobierno, que, tratando de justificar lo injustificable se han convertido, muy a su pesar, en los actores principales de momentos “memorables” y únicos para la posteridad. ¿Quién no recuerda la frase de Leire Pagín?: <<Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta>>, un intento vano de revestir a su jefe de una relevancia internacional de la que carecía por completo, y que a la vista de su actuar labor en Venezuela se ha convertido en patética; o los famosos <<brotes verdes>> de toda una vicepresidenta para Asuntos Económicos del Gobierno, Elena Salgado. Rajoy nunca se arrepentirá suficientemente de haber pronunciado el <<sé fuerte Luis>>, pero la que nunca olvidará la <<indemnización en diferido>> es María Dolores de Cospedal. El Partido Popular de Rajoy pagó muy cara su debilidad ante el golpe separatista catalán, pero la maternidad de la “naíf” operación diálogo siempre será única y exclusivamente de Soraya Sáenz de Santamaría. Carmen Calvo ha dado muchas tardes de gloria compitiendo con sus compañeros por ser la “líder” más “chupipandi” del feminismo radical, pero cuando cese en el cargo, esperemos que lo antes posible, no será recordada por ello, sino por su interpretación el día 6 de febrero de 2019 de la comedia surrealista:<<Buscando un “relator” para el “progresista” Quim Torra>>.
Estoy seguro, que este mal trago, no sería en absoluto un problema para nuestro actual Presidente, éste defiende con la misma faz <<nunca gobernaré con populistas y separatistas ¡no podría dormir!>> que la ilusión que representa para él un pacto de progreso con los comunistas de Podemos, apoyado por nacionalistas, separatistas y filo-etarras.
Por muy errado que esté el líder, éste se sabe rodeado de pretorianos, algunos incluso infiltrados en el mundo mediático, prestos para salir en su ayuda: no pasa nada, tampoco es para tanto, no se acaba el mundo, los otros también lo hicieron y además son peores, etc. etc. Por suerte para ellos y por desgracia para los ciudadanos, las meteduras de pata, algunas veces en temas de puro y mero sentido común, dejan sentir sus efectos en el medio y largo plazo, y para entonces ya se sabe…, todos calvos.
Como dice, el incomprensiblemente mediático presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, Pedro Sánchez está como una moto, crecido después de aprobar los Presupuestos. Además, advierte, no sabemos si influenciado por el Rasputín de la Moncloa, <<cuidado con este “personaje”, salió como secretario general del PSOE frente a todos (…) sacó adelante la moción de censura de Rajoy y ha sacado adelante unos Presupuesto con 188 votos>>.
Sin entrar a valorar la inmoralidad de sus “supuestos logros”, y cómo y con quién los ha conseguido. No estoy de acuerdo con aquellos que trasladan una imagen de liderazgo del Presidente, ni siquiera con aquellos que se la reconocen, aunque sea para el mal.
Tanto César como Napoleón, cuando buscaban un nuevo general, preguntaban si el candidato “tenía suerte”, pero ésta era una cualidad añadida al talento, al esfuerzo, a la disciplina y al patriotismo; sabían que la suerte era importante, pero no lo fiaban todo a ésta. Pedro Sánchez tuvo suerte de que Susana no rematara la faena celebrando un congreso inmediatamente después de su destitución, tuvo suerte de que Rajoy no le cerrara el paso a la Moncloa convocando elecciones o dejando en su puesto a otro líder de su partido.
Sin embargo y al igual que Cómodo, el Presidente no tiene las cuatro cualidades que Marco Aurelio creía necesarias para gobernar Roma: Sabiduría, Justicia, Fortaleza y Templanza. Sus cualidades son muy similares a las que el hijo del emperador se atribuye a sí mismo para pretender sucederle: <<ambición>>, que se convierte en virtud si nos lleva al éxito; <<ingenio>>, tan necesario en la política actual de imagen y argumentos para redes sociales; <<valor>>, para pactar con los enemigos de España y <<devoción>> fundamentalmente a sí mismo, su familia y los que se la procesan a él.
Maquiavelo decía: <<los príncipes que han hecho grandes cosas son los que han dado poca importancia a su palabra>>. Pero a continuación añadía: <<esta cualidad hay que saberla ocultar, y ser hábil fingiendo y disimulando>>. Sánchez cumple perfectamente con la primera parte de la ecuación ¡no le dice la verdad ni al médico!, pero respecto a su habilidad fingiendo, deja mucho que desear. No nos dejemos engañar por las apariencias, al Presidente no le queda nadie que lo apoye por convicción, todos los que están a su alrededor lo están en interés propio o para lograr los anhelos de colectivos que quieren acabar con la democracia y con España.
En política los ineptos son muy caros, en este sentido se manifiesta el personaje William Russel, protagonista de la película El mejor hombre (1964, Franklin Schaffner): <<Como dijo Bertrand Russell, en las democracias las personas creen que tienen que temer menos de un estúpido que de un inteligente. Es del estúpido del que hay que temer>>. El catedrático de Economía José María Lozano Irueste, era plenamente consciente de ello al afirmar: <<un tonto, en un lugar preciso, puede causar un daño infinito>>, por tanto, si queremos evitar que esto ocurra, tenemos que primar los valores por encima de la demagogia, el conocimiento por encima de lo mediático y la verdad por encima del halago.
Los españoles ya somos lo suficientemente maduros, desde el punto de vista democrático, como para dejar de votar a aquellos que nos dicen lo que queremos escuchar; los que nos prometen el paraíso sin esfuerzo; los que no tienen nada más que ofrecer que su fingida bondad, su “talante”, o lo políticamente correcto; los que hacen del ataque a los que son mejores que ellos su pasaporte hacia el poder; los que como dice el escritor y filósofo francés Edmond Thiaudière creen que <<La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular>>.
Tenemos que saber que aquellos que no son capaces de crear nada, sólo pueden alcanzar el poder ofreciendo lo que han creado otros.
La esperanza de los españoles, como la de todos los seres humanos, es confiar en la característica que define nuestra esencia: <<el conocimiento>>. Será la ciencia la que, más pronto que tarde, ponga fin a esta pandemia y tienen que ser los líderes más capacitados los que pongan fin al virus de la estupidez que parasita la política actual.
Damián Carmona, @DaminCarmona1, Presidente de la Fundación Sociedad Civil, @FundacionFSC, directivo de Sociedad Civil Ahora, @AhoraCivil, y colaborador de Fundación Civismo, @TTCivismo.