Conversación tranquila de @jmfrancas con Emilio Ablanedo. Letrado de la Administración de la Seguridad Social. Fue Subdelegado del Gobierno en Barcelona y Tarragona y es autor de “Los Estados Confederados de América y la Guerra Civil 1861-1865”.
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JMF: ¿Por qué ese libro?
EA: Por la gran afición que tengo a la historia de los Estados Unidos, particularmente a ese periodo histórico desde la infancia y porque en la bibliografía española existe un vacío absoluto sobre la Confederación.
JMF: Fueron perdedores y se escribe poco de ellos ¿no?
EA: No creo que fuera porque perdieron la guerra. Realmente fueron ellos los que acabaron escribiendo el relato de lo acontecido y transmitieron su visión histórica a películas tan importantes como “Lo que el viento se llevó” que la difundió por todo el mundo. Creo que el motivo de que no haya nada escrito en español quizá se debe a que se considera simplemente una temática militar, cuando los aspectos sociales, políticos, económicos y culturales son importantísimos. Muchas personas que no tienen el más mínimo interés en la historia militar, se quedan sorprendidas y muy interesadas por este libro, cuando les explico que su contenido va mucho más allá de las operaciones bélicas.
JMF: ¿Eran buenos, norte, contra malos, el sur?
EA: Pocos acontecimientos históricos tan complejos como este se pueden escribir en blanco y negro. La gama de grises es muy amplia. Indudablemente la causa de la Confederación era injusta en tanto que su fundamento esencial radicaba en la preservación y expansión de la esclavitud (a pesar de que para algunos colectivos esta es una cuestión controvertida, tal y como explico en mi libro). Sin embargo el norte no actuaba por motivos humanitarios si no económicos. El racismo de los yankees no era muy diferente al de los sureños y no deseaban que los negros liberados afluyeran a sus ciudades. La prioridad de la mayoría norteños y de los principales líderes del Partido Republicano era evitar la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios del oeste porque consideraban que esta práctica impediría un desarrollo económico equilibrado. Sin embargo estaban dispuestos a permitir que la esclavitud siguiera existiendo allí donde ya estaba implantada. En 1860 solo una minoría de abolicionistas abogaba por la supresión total e inmediata de la esclavitud. En aquellos momentos, estas personas eran consideradas radicales incluso en el Norte.
JMF: Por cierto, ¿asocias ‘republicanos’ a ‘yankees’?
EA: Hablo siempre en términos de mayorías. Lo cierto es que la presencia demócrata en el Norte era muy importante, como también lo era la oposición a la guerra y la aceptación de la independencia del Sur. Los republicanos apodaban a estos demócratas norteños Copperheads (Un tipo de serpiente), y tildaban a muchos de ellos como traidores. La oposición a la guerra en el Norte fue tan importante que en julio de 1863 hubo unos disturbios impresionantes en la ciudad de Nueva York, debido a la oposición que suscitaba el reclutamiento obligatorio, que fueron reprimidos por el ejército, llegándose a bombardear la ciudad. En dicha revuelta quedó patente el racismo de muchos de los participantes puesto que se produjeron ataques y linchamientos de afroamericanos. Éstos acontecimientos aparecen retratados al final de la famosa película “Gangs of New York”.
JMF: ¿Estuvo cerca la ‘secesión’ del sur?
EA: Mucho. De hecho el Sur llegó a constituir un país independiente, dotado de una Constitución propia, un Gobierno, unas instituciones, una administración, un ejército, con el control de sus fronteras, arsenales, bases militares… En los meses transcurridos entre la elección de Abraham Lincoln como presidente de los Estados Unidos, en noviembre de 1860, y su toma de posesión en el mes de marzo de 1861, los sureños consiguieron establecer un país prácticamente independiente. Solamente les faltaba conseguir el control de tres fuertes en Florida y de Fort Sumter, que se encontraba en la bahía de Charleston. Era muy importante que demostraran el control de todas sus fronteras para conseguir el reconocimiento internacional. Los siete estados que inicialmente formaron la confederación sabían que necesitaban de la incorporación de otros estados del alto sur como Virginia, Tennessee, Arkansas y Carolina del Norte. Atacando Fort Sumter provocaron el estallido de la guerra y que estos cuatro estados también acabaran incorporándose a la Confederación, ante la alternativa perversa y binaria de tener que luchar con unos o con otros. Por lo tanto, los confederados lograron dos objetivos con este ataque: controlar sus fronteras y conseguir que se les incorporarán cuatro estados importantísimos, sin los que la Confederación difícilmente podría sobrevivir.
JMF: Eso que cuentas me suena a construir ‘estructuras de Estado’ y al ‘procés’… ¿se parecen?
EA: De hecho uno de los apartados de mi libro lo título así, “construyendo estructuras de Estado” y otro “ocupando el territorio”. Desde el punto de vista del derecho internacional público es indispensable para que se reconozca internacionalmente a un país que este ejercite su soberanía sobre su territorio de manera exclusiva. Los sureños intentaron ejercer esta soberanía en una cruenta guerra que duró cuatro años y no lo consiguieron. Es lo que parecen no comprender amplios sectores del independentismo catalán: no basta con declararse independientes sino que es necesario ejercer de facto la soberanía, controlando las fronteras, los puertos, los aeropuertos, las infraestructuras, creando instituciones propias, expulsando al ejército… Por consiguiente, la declaración de independencia de Puigdemont, que duró apenas ocho segundos, no deja de ser una broma grotesca, digna de risa si no fuera por las consecuencias tan negativas que está teniendo para la convivencia social y la economía en Cataluña. Constitucionalmente el paralelismo con la situación vivida en el año 2017 también es notable: los Estados Unidos tenían y tienen la Constitución de 1787 que proscribe la secesión, tal y como ha interpretado el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. España, también está dotada de un texto constitucional que se basa en la indisoluble unidad de la nación española. En ambos casos esta unidad constitucional fue desafiada. Existe otro paralelismo muy evidente en relación con la propaganda que los sectores más radicales del independentismo sureño y del independentismo catalán vertieron sobre el conjunto de la población. A través de una propaganda incesante y de la reiteración de falsedades, consiguieron galvanizar al conjunto de la sociedad y conducirla a una situación nefasta para sus propios intereses.
JMF: La guerra americana acabó con el sueño pero en Cataluña sigue la quimera… ¿Hasta cuando seguirá?
EA: Desde las Bases de Manresa en 1892, el nacionalismo catalán ha difundido un marco mental que ha sido asumido por amplísimo sectores de la sociedad catalana. Durante 12 años fui profesor asociado de la Universidad de Barcelona y pude constatar que algunos de mis alumnos tenían una ignorancia manifiesta sobre aspectos fundamentales de la historia de Cataluña, aunque sí que admitían de una forma dogmática e incontrovertida dos aspectos: que Cataluña siempre había sido maltratada por el resto de España y que eran superiores (si bien esto segundo no lo expresaban de una manera abierta, fácilmente se podía deducir de muchas de sus palabras. De hecho, en una ocasión, Pilar Rahola reconoció abiertamente ese sentimiento de superioridad en una de sus columnas en la Vanguardia). Mientras no se ataque de forma decidida ese marco mental, esa caverna platónica, ese auténtico Matrix, el problema continuará. Porque es un problema social más que político. Y esto en muchas ocasiones no se quiere aceptar en el resto de España, porque la realidad es muy incómoda. Increíblemente todavía hay élites en Madrid que están convencidas de que esto se arregla con otro apaño tipo pactos del Majestic, que tanto daño hizo al constitucionalismo en Cataluña. Aquí también tiene mucho que decir la izquierda española. El día en que la izquierda, con su hiperlegitimidad, comience a denunciar el racismo y la insolidaridad que se encuentra en la base del nacionalismo, será el principio del fin de esta ideología que tanto daño está causando a Cataluña y al resto de España.
JMF: ¿Sigue avanzando el secesionismo en Cataluña?
EA: Sí, por una razón simplemente vegetativa. Los niños en Cataluña son educados en este marco mental al que antes me refería y en un mundo autorreferencial catalán. Para ellos el resto de España es una realidad ajena y normalmente negativa. Todo lo catalán, su historia, sus costumbres, su laboriosidad, el folklore, la organización social, la lengua, la gastronomía… es maravilloso. Sin embargo, el resto de España es como Puerto Hurraco en 1990. Estos niños nacidos en Cataluña ya no tienen la vinculación afectiva que tenían sus padres o sus abuelos, llegados a Cataluña desde otras partes de España, con sus tierras de origen. Si no se combate la estructura mental e ideológica que promueve el nacionalismo inevitablemente aumentará el número de independentistas por esta razón vegetativa. No nos olvidemos lo que coreaban los nacionalistas en las manifestaciones de los años 70 del pasado siglo: ‘ara paciència, demà independència’ (Ahora paciencia mañana independencia). Como digo, el gran error es pensar que esto es un problema político y no social y cultural. El nacionalismo no ha sido mayoritario entre la sociedad catalana aunque sí que ha sido y es hegemónico, y está conformándola a su antojo. Todo esto está escrito y publicado en un documento denominado Cataluña 2000. O evitamos que este proyecto de construcción nacional siga adelante o en pocos años podemos hablar del Finis Hispaniae.
JMF: ¿Existen las ‘secesiones’ incruentas?
EA: Existen excepciones que confirman la regla de que no las hay. Particularmente no sería posible en el caso de Cataluña, donde la población está dividida en dos. La Unión Europea se creó para acabar con el nacionalismo y con el movimiento de fronteras que han traído resultados tan devastadores para Europa en los últimos 200 años. Artur Mas manifestó en una conferencia en París que en Europa tendría que haber 72 estados. Y no lo dijo por casualidad sino porque el nacionalismo catalán solo cree en los estados étnicamente homogéneos. Ahora bien, para conseguir esta homogeneidad ya se sabe lo que hay que hacer. La historia del siglo XX nos ofrece ejemplos tan numerosos como trágicos.
JMF: ¿Se atreverán a una secesión cruenta?
EA: Es muy importante atender a cómo se distribuye el voto en Cataluña. Los independentistas son los que tienen un nivel socio económico más elevado. Paradójicamente, a más nivel económico, más nivel de radicalización. Sin embargo, a pesar de los excesos verbales y las astracanadas políticas de los últimos años, me resulta difícil imaginarme a un señor que tiene una casa en la Cerdaña y otra en la Costa Brava metido en una trinchera pegando tiros y jugándose la vida. Como me dijo un embajador extranjero durante mi etapa como Subdelegado del Gobierno en Barcelona y Tarragona durante el procés, “si este nivel de tensión lo llegamos a tener en nuestro país, ya hubiera habido cientos de muertos”. Sin embargo, en Cataluña, gracias a Dios no tuvimos que lamentar nada de esto.
JMF: Y ¿cómo piensas que acabará entonces?
EA: Si no se hace nada para remediarlo, el voto independentista seguirá aumentando y con él la deslegitimación de nuestro sistema constitucional. Creo que el objetivo de los independentistas es provocar que dentro de unos años la comunidad internacional presione a España para aceptar un derecho de autodeterminación que es absolutamente inexistente. Podemos impedirlo si tenemos voluntad política para ello. Lamentablemente, hoy por hoy, no veo que el conjunto de la sociedad española y la mayoría de las fuerzas políticas estén por la labor. Más bien están por mantener la conllevanza con el nacionalismo como se ha hecho en los últimos 40 años. Ya hemos visto cuáles son los resultados de esta política de apaciguamiento. Con las mismas premisas no podemos pretender obtener resultados diferentes.
JMF: ¿Habría que dar la batalla cultural? ¿Cómo?
EA: Muy fácil: solo hay que acudir al documento Cataluña 2000 elaborado por los nacionalistas y hacer lo mismo pero a la inversa. Solamente es cuestión de voluntad política.
JMF: Y ¿hay esa voluntad?
EA: Hoy por hoy no. Ni en la mayoría de la opinión pública española, ni en la mayoría de las fuerzas políticas. Estamos atendiendo a tácticas electorales mientras que el nacionalismo siempre ha pensado en términos estratégicos, a largo plazo. Y no solo en términos políticos sino culturales sociales e incluso económicos. En el conjunto de España no se plantea articular nada similar para contrarrestar este envite. Como decía Alejandro Fernández, muchos de los grandes prohombres de Madrid están ansiosos de que venga un nacionalista catalán a engañarles.
JMF: Gracias Emilio, seguiremos en la cuerda floja, la política española es ganar las próximas elecciones y así nos va. Un abrazo.
EA: Muchas gracias a ti, Josep.