Conversación tranquila de @jmfrancas con Álvaro Bernard (@AlvaroBernad), un graduado en Derecho que está comenzando a adentrarse en el mundo de la abogacía y que últimamente trata de divulgar sus ideas a través de plataformas como YouTube o Twitter.
Tuitter:@jmfrancas Web: https://sinpostureo.com blog: https://www.noentiendonada.es, YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCUGcEzxyMJwuOCBNnjwPDxg?view_as=subscriber
JMF: ¿Divulgar ideas sobre qué?
AB: Cualquier persona que decida lanzarse a difundir ideas, antes de comenzar, tiene que resolver internamente, para sí, esta pregunta. Si tu meta es, simple y llanamente, divulgar “pensamientos”, en general, terminarás por convertirte en un charlatán que sólo habla por hablar. O, en otras palabras y por entendernos, acabarás siendo lo mismo que muchos de esos tertulianos: superficial, vacuo e insustancial. Es imprescindible, por tanto, afinar más y concretar sobre qué clase de asuntos deseas reflexionar. A mí, personalmente, siempre me han llamado más la atención las causas que los efectos. Es decir, no tanto el “qué”, sino el “porqué” de las cosas. Por tanto, y ya contestando a tu pregunta, lo que me suscita interés es meditar sobre la actualidad política y social, pero tratando de ir al meollo de la cuestión. No sólo quiero explicar qué dice tal o cual partido o cuáles son las bases de este movimiento o las de aquél de más allá; lo que a mí realmente me preocupa es hallar las razones últimas de todo cuanto estamos viendo que sucede. En este sentido, algunos de los temas que he abordado en mis vídeos son: por qué triunfa la corrección política; por qué se siente aversión hacia la idea de España o el capitalismo; por qué – hace más de un año que dije esto –VOX iba a seguir creciendo; por qué triunfa la izquierda; por qué proliferan movimientos como el independentismo, el feminismo o el ecologismo. En definitiva, porqués, porqués y más porqués. Por otro lado, soy consciente de que no sólo importa el fondo, también deben tenerse en cuenta, y mucho, las formas. Es imprescindible elaborar ideas sólidas, sí, pero luego uno tiene que saber expresarlas y articularlas en condiciones. Con el propósito de coadyuvar a la consecución de esto último, he analizado en algunos vídeos cómo se ha de argumentar y debatir.
JMF: ¿Qué realidad te preocupa más de la política española?
AB: Probablemente, la irresponsabilidad con la que los políticos, movidos por su propio interés, abordan ciertos temas muy delicados y sensibles con el propósito –deliberado, en mi opinión– de generar conflicto y crispación en el seno de la sociedad. Y digo que lo anterior es deliberado, y no meramente casual, porque tiene su lógica. Podría decirse que la autoridad política se fundamenta en dos ejes: en primer lugar, la legalidad –yo ejerzo el poder porque la Ley me lo permite–; en segundo lugar, la legitimidad —yo ejerzo el poder porque estoy moralmente habilitado para ello–. Pues bien, en una democracia representativa –se nos dice que España lo es; en contra, por ejemplo, Antonio García-Trevijano– la legitimidad de la clase política depende del número de ciudadanos que hayan participado en las elecciones. Si sólo votasen dos personas en un país de cuarenta y siete millones, el partido ganador, legalmente, podría detentar el poder en la medida en que habría vencido; sin embargo, carecería de toda legitimidad. En todo caso, si tan importante es que la población deposite su voto, deben de pensar, será preciso incitarles de algún modo para asegurarnos de que lo hagan. ¿Y cómo consiguen esto? Muy sencillo: azuzándonos permanentemente para que no caigamos en el letargo de la indiferencia. Así, mediante la creación de un conflicto constante, se logra hiperestimular a la gente; se logra enardecer a la ciudadanía; y, en última instancia, se logra que millones de personas lleguen enfadadas al día de las elecciones y, como forma de canalizar ese enfado, voten –a quien sea, les da igual, pero voten–. Misión cumplida. Ésta es la prueba fehaciente de que la relación representante-representado se ha invertido por completo. Lo lógico sería que el representante (el político) velase por intereses del representado (los ciudadanos) y estuviera sometido a su control y escrutinio; pues bien, sucede justo al contrario: el representante únicamente persigue sus propios fines y es el representado el que se postra y le rinde pleitesía. Un despropósito.
JMF: Pero eso, ¿solo ocurre en España?
AB: Por supuesto que no. Y esto me sirve como excusa para abordar otro tema que, a mi parecer, reviste mucha importancia. Casi acríticamente, hemos asumido algo que otros, de forma maliciosa y movidos por sus propios intereses, han tratado de inocularnos. Así, poco a poco, nos hemos terminado por convencer de que España está achacada por una serie de males únicos e irrepetibles; aquí, supuestamente, suceden determinadas cosas que en ningún otro país del mundo se han visto, se ven ni se verán jamás. Y lo más llamativo es que todas estas lacras, aparentemente autóctonas, son atribuibles, más que a una determinada ubicación geográfica o a unas costumbres concretas, a la propia y genérica condición humana. Se tilda a los españoles de egoístas, orgullosos, corruptos o envidiosos. ¿Poseen acaso los italianos, franceses o ingleses una estructura cerebral distinta a la nuestra que les prevenga de todas estas faltas? Creo que lo que digo –la intuición de que esta idea, a pesar de estar muy generalizada, es falsa o, al menos, discutible– ya rondaba por las cabezas de millares de españoles. Así es como se explica el éxito de, por ejemplo, María Elvira Roca Barea. Ella ha sabido plasmar, de forma concreta y clara, aquello que muchos presentían.
JMF: ¿Qué ha plasmado María Elvira Roca? No todos la conocen…
AB: María Elvira Roca Barea es la autora de dos obras fundamentales: Imperiofobia y Fracasología. Jesús Maestro, por ejemplo, ha llegado a sostener que son “dos libros irreversiblemente decisivos para la Historia de España”. Fundamentalmente, María Elvira Roca Barea se ha encargado de desmontar en ellas –no con exabruptos y de forma emotiva, sino con datos, rigor y seriedad– el mito de la “leyenda negra” que siempre ha pesado sobre España.
JMF: Leyenda que algunos de los propios fomentan por interés político, ¿no?
AB: La llamada “leyenda negra” ha sido, efectivamente, debidamente abonada, inoculada y fomentada por otras naciones como una estrategia para lograr determinados objetivos políticos. Sin embargo, esto no es lo peor o lo más insólito. El que Alemania, Inglaterra o los Países Bajos, por ejemplo, hayan querido debilitar a España, en tanto potencia contendiente, es de lo más lógico y normal. Lo realmente extraño y sorprendente es que, desde la propia España, en un acto de verdadero masoquismo, se haya aceptado como cierta esta burda tergiversación de la Historia que otros han creado para desgastarnos. No creo que tengamos que reescribir el pasado en aras de nuestros intereses, la Historia es la que es. No obstante, sí me resulta chocante que no sólo hayamos renunciado a construir un relato histórico que nos engrandezca o beneficie, es que nos hemos acogido, como sus más fervientes defensores, a aquél que nos perjudica.
JMF: ¿Cómo ves la actuación política en la crisis actual del coronavirus?
AB: La crisis del coronavirus está poniendo de manifiesto muchas carencias de las que adolece la clase política actual (toda). Y es que es en los momentos difíciles cuando uno demuestra realmente quién es y de qué pasta está hecho. A modo de resumen, podríamos traer a colación tres ideas:
En primer lugar, ha demostrado que los políticos actuales no son líderes, sino carroñeros sin escrúpulos. Un líder se sacrifica por sus seguidores, no sacrifica a sus seguidores en su beneficio. Y esto es justo lo que ha ocurrido. Estaba claro que el 8M les podía reportar réditos electorales y, por ello, decidieron postergar la reacción frente al coronavirus hasta el día nueve –aun sabiendo, porque ya disponían de datos, que esto no era recomendable–. Además, para que el 8M se pudiera celebrar y no caer en ninguna incongruencia –dentro de su delirio tenían que mostrarse coherentes– también se vieron abocados a permitir otros muchísimos eventos públicos. Evidentemente, no podían vetar la entrada a los estadios de fútbol y, a la vez, permitir manifestaciones feministas; o todo o nada. A la vista están las consecuencias de esta funesta decisión.
En segundo lugar, se ha evidenciado que los políticos, porque su horizonte temporal no les deja ver más allá del corto plazo, no son previsores. No toman precauciones a tiempo y, por ello, una vez llega la tempestad se ven abocados a recurrir a la improvisación, con todos los riesgos que ello entraña. En este sentido, decía Maquiavelo en El Príncipe que si bien es cierto que: “cuando los ríos rugen durante las inundaciones anegan las llanuras, arrastran consigo árboles y casas y desplazan la tierra de un lugar a otro sin que haya modo alguno de resistirse”; nada obsta a que: “cuando el tiempo mejora los hombres puedan colocar barreras para, en el caso de que tales ríos suban de nuevo, canalizar sus aguas y que su fuerza no sea desatada ni peligrosa”.
No obstante, y en tercer lugar, aun habiendo sido previsores, dudo mucho que la caterva de incompetentes que nos dirige pudiera estar haciendo una buena gestión. Están acostumbrados a vivir en una realidad paralela y ficticia, una realidad en la que sólo importa Franco, el lenguaje inclusivo y Greta Thunberg. Cuando los mundos de Yupi, su hábitat natural, se desvanece y un problema real les mira a los ojos, se diluyen. No son capaces de afrontarlo. Esto les viene muy grande.
JMF: Mil gracias Alvaro, un abrazo y hasta pronto, eso va para largo…
AB: Gracias a tí, para cualquier otra cosa, me tienes a tu disposición, yo estoy siempre encantado de participar en asuntos como éste.
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