Entramos en un año en el que es posible podamos sobrevivir sin elecciones pero que será año de congresos en las diversas fuerzas políticas. Hoy por hoy, son tres los partidos que van a dedicar el 2017 a sus encuentros congresuales. En febrero, los días 10, 11 y 12 el PP celebrará su más que retrasado décimo octavo Congreso y Podemos celebra su segundo Congreso justo los mismos días. La tercera fuerza política que tiene su Congreso fuera de plazo es el PSOE, que previsiblemente agotará todo el tiempo que pueda para celebrar su 39 Congreso quizás en este año.
De los tres previstos, dos están muy -pero que muy- fuera del plazo estatutario, visualizando una vez más el compromiso de los grandes partidos con la democracia. La realidad en ambos colectivos es que los plazos se adaptan sin más a la conveniencia del que manda y da igual lo que ellos mismos estatutariamente tienen dispuesto, porque la voluntad del líder está por encima del compromiso formal adquirido: quien manda, manda.
No mejora su ejemplaridad democrática si analizamos como transcurren los congresos. La función de un Congreso es triple: actualizar el mensaje, reestructurar el partido y elegir a los líderes. Los dos primeros puntos parten de textos preexistentes elaborados por aquellos que han sido escogidos por los que mandan y en el tercer punto, ¡oh milagro!, al final en los tres casos, ahora mismo, se pretende que solo solo haya una candidatura.
No entiendo nada. ¿Cómo es posible que los que deben administrar nuestra democracia, ni la huelan cuando se organizan entre ellos? ¿Alguien me lo explica?
A ver que sale de todo el mejunje.