El hecho es bien simple. La juez Alaya, que contra viento y marea y contra mucho cargo de la Junta de Andalucía estaba instruyendo el caso de los ERE, atacada por dolorosas migrañas. tras una baja para reponerse de tan desagradable dolencia, nada más incorporarse y por sorpresa ha organizado la operación “Hércules” que ha tenido como efecto la detención de más de veinte personas y el ingreso en prisión del exdirector general de Trabajo Francisco Javier Guerrero por un teórico riesgo de fuga, y yo me malicio más bien que para animarle, si le entran ganas, a tirar de alguna que otra manta.
Este escándalo de los ERE que se inicia el año 2001 consiste en gastar más de mil millones de euros destinados a los parados en coimas a amigos cuando no en cocaína y divertimentos carnales para algunos. Semejante desatino solo es posible con un descontrol total por parte de los poderes públicos y con una serie de apaños administrativos bien diseñados para suprimir todo tipo de estos controles. Es curioso que, a pesar de lo aparatoso del hecho, de la cantidad trapicheada y de la cuestión de los parados, no haya despertado ningún tipo de indignación social. Ni sindicatos ni los distintos grupos afines al 15-M han levantado su voz o han rodeado las sedes de los que indudablemente son los responsables: La Junta de Andalucía.
Tampoco deja de llamar mi atención el hecho de que de momento no hay ningún personaje de altos vuelos políticos del gobierno andaluz imputado en el caso. Es evidente que la corrupción no solo depende del monto de lo sisado, pero mil millones tirados bien merecen unos gramitos de indignación popular. ¿No será que la juez prefiere dejar bien atados todos los cabos antes de que la aparición de cualquier aforado haga que le birlen la causa, a mitad de la instrucción, en favor de un tribunal mas controlable?